El año de la fe: ser cristiano es aceptar
que Jesús escucha y hace la voluntad del Padre del cielo.
La liturgia nos juega una mala pasada.
Nos ha separado lo que es todo una pieza en Lucas en tres y nos las ha colocado
en tres momentos diferentes y no seguidos: el 13 de enero, se inició con el
Bautismo de Jesús, hoy 27, la tercera parte donde Jesús expresa que Hablará y
actuará como lo hace su Padre del cielo y nos reserva la segunda parte, que es
esencial para entender esta tercera, para el 17 de febrero. El orden, puede
hacer que no entendamos está manifestación de Jesús en la Sinagoga de Nazaret y
las exclamaciones de extrañeza de sus amigos y vecinos: para ellos pasa a ser
como un desconocido: “¿De dónde saca todo esto?”. Todo esto lo ha sacado de
casa: su Madre y su padre que han realizado la voluntad del Padre, le han
enseñado a mirar a Dios como Padre bueno y misericordioso; lo ha sacado de la
Sinagoga, allí le han enseñado la Ley y los Profetas y ha descubierto un texto
que es común deseo de los israelitas “El
Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo (dice Moisés) de entre tus
hermanos. A él escucharéis” (Deut. 18,15) y también, este libro, define el
verdadero sentido de un profeta: “Aquel que habla con Dios cara a cara”; o como
dice el libro del Éxodo “el que había
hablado con el Señor como el amigo con el amigo” (Ex 33,11); lo había
sacado del sufrimiento de las gentes, de las condenas y sacrificios del Templo,
de la extorsión y condena de los romanos, del deseo de fidelidad de los que se
bautizaban por Juan, de tanto que había vivido y escuchado. De los grandes
momentos de oración donde “lleno del
Espíritu Santo” , se pregunta ¿qué hacer con mi vida? ¿cómo orientarla para
mayor gloria de Dios y bien de los hermanos?.
De todo
este conglomerado, resumido muy brevemente, resulta el compromiso de conocer
más al Padre y poner toda su vida y sus acciones a hacer su voluntad y eso es
lo que expresa en la sinagoga de su pueblo: “El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para
anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y
a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año
de gracia del Señor”.
Leyó como muchos de nosotros leemos la
Escritura, pero lo novedoso viene después “Hoy
se cumple esta escritura que acabáis de oír”. Traducido a una mejor
comprensión sería, “ante todos vosotros
yo me comprometo a dedicar mi vida a llevar a término la Palabra de Dios que
acabamos de escuchar”.
¡Cuántas veces leemos y releemos la
Palabra de Dios y qué poca o nula incidencia tiene en nuestra vida!; somos
cristianos, es decir comprometidos con Cristo y estamos llamados a poner en
práctica, guiados y orientados por el Espíritu Santo y en la Madre Iglesia que
Él fundó, todo lo leído como Palabra de Dios. Seguramente necesitaremos guía y
ayuda para entender; pero después hemos de meditar personalmente o en grupo y
decidir la orientación de mi vida. Normalmente es una asignatura pendiente, nos
dejamos guiar más por nuestro espíritu a veces pequeño, egoísta y caprichoso
que por el Espíritu de Dios, bondadoso y servicial.
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