El año de la
fe: Amar a Dios es amar a toda la creación
Cuando escuchamos al verdadero Dios,
se despierta en nosotros una atracción hacia el amor. No es propiamente una
orden. Es lo que brota en nosotros al abrirnos al Misterio último de la vida:
"Amarás". En esta experiencia, no hay intermediarios religiosos,
no hay teólogos ni moralistas. No necesitamos que nadie nos lo diga desde
fuera. Sabemos que lo importante es amar.
Este
amor a Dios no es un sentimiento ni una emoción. Amar al que es la fuente y el
origen de la vida es vivir amando la vida, la creación, las cosas y, sobre
todo, a las personas. Jesús habla de amar "con todo el corazón, con
toda el alma, con todo el ser". Sin mediocridad ni cálculos
interesados. De manera generosa y confiada.
Jesús añade, todavía, algo que el escriba no ha preguntado.
Este amor a Dios es inseparable del amor al prójimo. Sólo se puede amar a Dios
amando al hermano. De lo contrario, el amor a Dios es mentira. ¿Cómo vamos a
amar al Padre sin amar a sus hijos e hijas?
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