sábado, 27 de marzo de 2010

Homilia del Diumenge de Rams 2010.




En este día de Ramos del año 2010, quisiera ayudaros a iniciar la Semana Santa teniendo unos puntos de reflexión para todos estos días, estemos donde estemos:

Un punto de reflexión, a partir del evangelio de la Pasión según San Lucas, es que de manera germinal, Jesús, está diseñando en su despedida las líneas maestras de su movimiento de seguidores: una comunidad alimentada por Jesús mismos y dedicada totalmente a abrir caminos al Reino de Dios. Jesús convierte el pan y el vino en figura de su cuerpo y de su sangre, su vida entera. Jesús celebra una cena como anticipo del alegre banquete que nos ha de reunir a todos en el banquete del reino de Dios.

Un segundo punto, es que la salvación del mundo no vendrá ni por el poder, ni por la fuerza, sino por el servicio. Mientras los discípulos discutían quien sería el más importante para suceder a Jesús, Él que no ha querido seguir la ruta de los poderosos de esta tierra, nos muestra que el amor es el único arma de Dios. Esperanza, servicio, solidaridad, comunión con las personas son las actitudes que muestran si una vida está o no en sintonía con Jesús que se encamina a la muerte en actitud de servicio, después se dirá “dio la vida en rescate de muchos” No es la muerte la que salva, sino la vida que vivida como acto de amor y servicio es capaz de morir.

Un tercer punto a destacar, es que Jesús expresa que necesita ser animado y consolado. Jesús experimenta entre nosotros la soledad radical, “todos duermen”, mientras él recibe el consuelo y la comunión de lo alto, a través “del ángel del cielo que lo confortaba”. También aquí descubrimos la llamada, se nos está pidiendo que no dejemos abandonados y a su suerte a aquellos que están siendo juzgados y condenados. Santa Teresa de Jesús, al contemplar este momento de la Pasión del Señor, decía a sus monjas: ”Desierto quedó este Señor de toda consolación; sólo le dejaron en los trabajos; no le dejemos nosotras”

Un cuarto punto, en una situación extrema donde la violencia se hace dueña de la vida de las gentes, Jesús cura la herida del criado. Se olvida de si mismo para aliviar el dolor del “enemigo” Las espadas no salvan. ¡Cuantos siglos de espadas, gobiernos armados hasta los dientes, mientras su gente se muere de hambre!

Un quinto punto a destacar es que los evangelistas destacan la responsabilidad histórica de Judas (él le vendió y entregó), pero no su culpa y menos su condena eterna. Los seguidores y seguidoras de Jesús creemos que la historia (la de Judas, la de Pedro, la de los discípulos que huyen y la de todos notr@s que no somos mejores que ellos) está en manos de Dios y, a pesar de todo, Dios la va haciendo historia de salvación.

Un sexto punto es que lo que conmemoraremos esta semana no es fruto del azar, la acción contra Jesús fue programada mucho tiempo antes por sus enemigos que siempre estuvieron al acecho. Jesús vino a anunciar la llegada del Reino y la Buena Noticia del Evangelio. Jesús es plenamente rechazado: es escándalo para los dirigentes religiosos, un insensato para los dirigentes políticos, es decepción para la mayor parte del pueblo (hoy le alaban y aclaman como rey y a los pocos días pedirán su crucifixión). También es desconcierto para sus propios discípulos. En estos momentos difíciles de interpelación, guarda silencio. Su manera de actuar nos muestra como se puede ser libre de verdad, a practicar el silencio, a saber cuando debemos hablar y cuando callar, a confiar solamente en Dios.

Un séptimo punto, es la contemplación de Simón de Cirene que pasa a ser el modelo de discípulo. Bonita tarea dedicarse a aliviar las cruces de los demás, a hacer más llevadera la vida de las personas que encontramos en el camino. La semana Santa es un buen momento de conversión, tiempo para una mayor coherencia con el Evangelio. Para escoger a Jesús y no a Barrabás; para ser solidarios como Simón; valientes y obstinad@s como las mujeres de Jerusalén.

Finalmente contemplemos a Jesús como maestro del perdón: perdona a los verdugos, perdona al buen ladrón, no abandona al malo, sino que le ablandará el corazón para que también diga: Jesús, acuérdate de mi”. Es el perdón y no el castigo lo que nos salva y nos hace “buenos”.
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Dolor y esperanza. Comunión con los sufrimientos humanos y esperanza en el Dios de la vida. Y en el momento de la muerte un grito de total confianza: “Padre, hacia ti voy”. En Ti quiero descansar.

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