sábado, 12 de diciembre de 2009

Adviento.

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En este tercer domingo, Juan el Bautista, ese personaje ejemplar de quien Jesús dice que “no ha nacido de mujer uno más grande que él”. Jesús nos está animando a aceptar su proceso y su camino. Un hombre con fuerte espiritualidad que descubre y tiene experiencia del amor de Dios y le duele la injusticia, le duele el pecado en que viven los poderosos que al pensar sólo en ellos, desprecian a Dios y utilizan a los hombres sin más consideración que su propio beneficio o interés. El ardor de su corazón, le hace descubrir la vocación “una voz que clama en el desierto, cambiad de rumbo, convertiros”. Tuvo mucho impacto sobre determinadas personas que se confiaron a él, algunos de los discípulos de Jesús, estuvieron primero con Juan. La fuerte exigencia de conversión de Juan, hace que muchos pregunten ¿qué hemos de hacer?, su respuesta es “dar frutos de justicia”, cada uno en su responsabilidad. Y ¿qué son frutos de justicia? Considerar y tratar al otro como un hermano, aligerarle en su sufrimiento; eliminar todo aquello que discrimine entre hermanos; todo aquello que haga que unos tengan más derechos que los otros. No jugar al juego que marcan los que no sirven a Dios y sí se sirven de Dios y engañan a los hermanos pidiendo resignación. En esta época de seguidores de Jesús, los que formamos la Iglesia hemos de vigilar de no utilizar el Evangelio como arma arrojadiza para amenazar, castigar, prohibir para salvar intereses y privilegios propios. Se hacía en la época de Juan, se hizo con Jesús, se continúa haciendo hoy.
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