martes, 27 de enero de 2009

Crisis y malestar II

Esta es la segunda y última parte del artículo de Carles Comas.

II. Algunos legados de una mesa redonda sobre la crisis (CiJ, 27 de
octubre de 2008)

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Hace unos días, y organizada por Cristianismo y Justicia, tuvo lugar una mesa redonda sobre la crisis, con cuatro ponentes y un moderador, personas todas ellas expertas en el tema. Además de las exposiciones técnicas del tema (semejantes a las presentadas aquí) hubo una serie de reflexiones que quizás valga la pena recoger para concluir este escrito.
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a. ¿Se puede evitar en el futuro nuevas crisis?

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Es conveniente antes de crear instituciones nuevas, lograr que funcionaran bien las ya existentes. Por ejemplo, uno de los expertos se lamentaba de que el Director de la Reserva Federal de los Estados Unidos se hubiera dejado llevar por lo que pensaban las grandes instituciones financieras (tipo Lehman Brothers, Goldman Sachs, etc.) en vez de imponer la conducta correcta.


A un nivel menos público, las Agencias de Rating no tenían por qué ser nuevas sino dar las calificaciones correctas a los distintos instrumentos financieros, de la misma manera que las firmas de auditoría tenían que “auditorear” verazmente y no dejarse presionar por las empresas auditoreadas… que a la vez eran clientes suyos como consultores.

A nivel más público y global se dijo que no tenía por qué crearse un nuevo Fondo Monetario Internacional, ni un nuevo Banco Mundial, ni un nuevo Banco de Pagos, sino procurar que los ya existentes cumplieran bien su labor aunque añadiéndoles objetivos nuevos o mejor matizados.

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b. ¿Por qué ha surgido esta crisis?

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En primer lugar, la crisis surgió porque llegamos a pensar que el mundo era Jauja, que todo era posible y sin grandes esfuerzos. Fue una época de intereses bajos, de facilidades para contratar hipotecas, de hiperconsumo, de negocios fáciles con derivados (los famosos paquetes de hipotecas), etc. Eso fue bueno para aquellas personas que jamás hubieran alcanzado para pagarse una vivienda, pero en general vivimos por encima de nuestras posibilidades y además floreció la especulación. Alimentando las subidas de los precios del petróleo, de los alimentos y de la vivienda, junto a la escasez provocada por la aparición de la demanda China-India y de los biocombustibles (que fue el factor fundamental).

Influyó también la especulación: los bancos de inversión que podían obtener dinero barato para comprar un petróleo o un trigo o unas viviendas que al cabo de un año podían ser vendidos a precio mucho más alto. Esta especulación (dicen los manuales de economía) puede ser útil para que las empresas nuevas que acceden por primera vez al mercado encuentren quien compre sus acciones (estos especuladores que creen en su futuro). Pero en los últimos años la especulación ha sido tan fuerte que ha provocado un disparo irracional de los precios… y actualmente una caída ha sido excesiva y repentina (ante los primeros síntomas de flaqueo de los precios, la especulación ha soltado todo lo que tenía, hundiendo los precios hasta los abismos).

En suma, hemos de volver a pensar que la moderación es una virtud y que las cosas cuestan esfuerzo. A mí esto me recuerda el leit-motiv de aquellas composiciones que Virgilio dedicó al trabajo agrícola, las Geórgicas: “labor omnia vincit improbus”, “el trabajo todo lo vence si se aplica esforzadamente”.

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c. ¿No es utópico aconsejar no hacer despidos masivos?
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El momento es difícil, pero dentro de un par de años la crisis habrá pasado y conviene que el empresario mantenga sus obreros hasta ese momento aunque esto le haga disminuir algo su rentabilidad actual.

Desde el punto de vista empresarial no es mala política retener a operarios experimentados para cuando se los vuelva a necesitar, y desde el punto de vista del país es bueno que esa parte de la población mantenga su poder adquisitivo en vez de contribuir a la espiral descendente de la demanda nacional.

Sería conveniente, se le dice a la mesa, que el estado intervenga regulando, por ejemplo reintroduciendo la figura jurídica del “despido causal” (no se puede despedir si no se demuestra que hay una causa justificada para ello).

Es verdad que son necesarias estas regulaciones, contestan, pero hay que alentar a la buena voluntad de la gente. Un empresario quiere ganar dinero, al igual que un deportista de elite quiere ganar medallas, o un investigador quiere realizar un descubrimiento importante, pero por debajo de estos objetivos está la persona del empresario, del deportista y del investigador, con su necesidad íntima de ser personas auténticas, fiables, abiertas al mundo que los rodea y a sus problemas. Se puede y se debe apelar a esa buena voluntad de fondo, porque un mundo de puro mercado, sin buena voluntad por parte de nadie, sería un mundo totalmente inviable (añado yo que Adam Smith, el primer gran tratadista y defensor del mercado, pensaba lo mismo: el mercado presupone honestidad y buena fe).

El mercado no necesariamente obliga a ser un granuja: muchas personas excelentes tienen muy buenos resultados en sus negocios y a la vez generan buen clima entre sus empleados, clientes y región. Este es un tema interesantísimo: la relación entre buenos sentimientos y regulación. Las buenas regulaciones son el fruto de los buenos sentimientos (los de las gentes que lucharon por ellas)… pero una vez obtenidas las buenas regulaciones no podemos olvidar los buenos sentimientos que las han de animar (de lo contrario, hecha la ley hecha la trampa).
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d. ¿Cómo vivirán los pobres esta crisis?
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Para los pobres esta crisis no es “la” crisis, sino una crisis más, que se añade a las muchas que llevan encima. Los pobres son los grandes olvidados… como indican las cifras de ayuda social pública que no crecen. Esta es la cara humana de la crisis, la que realmente deberíamos llevar en el alma. Desde este punto de vista resulta desgarrador que en España haya 638.200 hogares en los que ninguno de sus miembros tenga empleo… y que esta cifra vaya en aumento (a comienzos de 2005 el número de hogares sin miembros empleados era de 478.400; hoy esa cifra ha crecido en un tercio).
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Nota: nos referimos sólo a hogares donde hay personas que buscan empleo, no hogares donde todos son pensionistas; sólo en el 75% de los hogares españoles hay una o más personas deseosas de tener empleo; de estos hogares deseosos de empleo, hoy el 5% está sin ningún empleo: esos 638.200 hogares mencionados. ¿De qué van a vivir y pagar sus deudas?
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Desde este punto de vista humano, una noticia periodística puede resultar reconfortante. Caixa de Catalunya ha permitido seguir viviendo en una vivienda hipotecada a una familia que no podía pagar su hipoteca mensual de 1.147 euros: la vivienda (valorada en 240.000 euros) ha pasado a ser propiedad de Caixa de Catalunya pero la familia ha podido seguir viviendo en la casa pagando un alquiler mensual de 550 euros. No es un caso único en las hipotecas impagadas de Caixa de Catalunya: aquí se ha sabido paliar el dolor humano….

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Carles Comas, noviembre 2008

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