El año de la fe: La inmaculada
concepción.
Durante muchos
siglos, el Señor Dios, ha escuchado el grito de sus hijos e hijas ante la
injusticia que les aplastaba. Sabemos por fe que el Señor no abandona nunca a
su pueblo y está cerca del que le invoca con sincero corazón. ¿Pero cómo
solucionar las aspiraciones del Pueblo, si el Pueblo no escucha a su Señor?
Aquí reside el dilema, el Pueblo hace mucho tiempo que abandonó a su Señor para
servir a dioses y normas extranjeras. La consecuencia, han perdido la confianza
en el Señor; piensan que les ha abandonado, que ya no está a su favor y por eso
han caído en manos extranjeras. Suplican un nuevo rey al estilo de David que
les lleve a la gloria entre las naciones y no son conscientes que este no es el
camino del Señor; que Él no pretende un reino porque sabe que es “pan para hoy
y hambre para mañana”. Pretende los corazones de los hijos e hijas. ¿Cómo
conseguirlo? ¿Cómo superar el sufrimiento de sus hijos, especialmente de los pobres, de los
calificados como pecadores?
Si sus hijos e hijas se niegan o no aceptan el camino del Señor: “un
pueblo sin reyes, sin amos, un pueblo de oyentes, un pueblo con servidores”; ha de buscar otro camino y éste camino se
concreta en “enviar a su Hijo al mundo”, pero necesita una mujer que colabore,
que sea el nuevo Arca de la Alianza que acerque a Dios al Pueblo. Decidió que
esa mujer fuera María a quien preservó de toda mácula (Inmaculada) desde el
momento que la engendraron Ana y Joaquín. Es esta la fiesta que celebramos el
día 8 de diciembre la Concepción inmaculada de María de Nazaret. La gracia y la
gloria es de Dios, la beneficiaria María y todos nosotros porque cuando Dios le
pidió su colaboración para que posibilitara el nacimiento de su Hijo, no sólo
dijo SÍ, sino que toda ella se puso a disposición de Dios, se sintió agradecida
y sintonizó con todo el proyecto de Dios (Lucas 1,46-56). Ese Hijo, Jesucristo,
dio la vida por todos nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario