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Tiempo de la
Iglesia, tiempo de la comunidad.
La fiesta de
la Santísima Trinidad, pone de manifiesto varias cosas:
1) En un primer momento descubrimos toda la “actividad” de Dios para conseguir
un fin: que todos y todas podamos descubrir el amor que Dios nos tiene y como
se las “ha apañado” para que podamos experimentar su bondad, misericordia y
salvación: primero siendo el origen de todo y de todos nosotros, el es el
Creador y nosotros obra de sus manos. Pero esta relación, por parte de Dios, es
de amor, amistad, compañía, felicidad, confianza, libertad y salvación. Las
criaturas no acabamos de captar este actuar de Dios y nos rebelamos u oponemos,
es el pecado que crea distancia y separación; cuanto mayor es esta, más
dificultad tenemos para saber quien somos. La fidelidad de Dios vence la
distancia enviando a su Hijo como nuevo puente que une a Dios-Padre con la
criatura humana: su vida, su acción, sus dichos, su morir y resucitar, comprendidos
y libremente aceptados, cambian posiciones y desde la incomprensión se pasa a
la identificación con el vivir y actuar del Hijo. Al entrar en sintonía con Él,
descubrimos a Dios como Padre bueno y cómo, junto a Él, somos llamados a ser
santos como Él es Santo. Tenemos ciertas llamadas que nos limitan y
condicionan, pero Dios no nos abandona y hace “un nuevo esfuerzo” para
recuperarnos, darnos el Espíritu Santo. Nos lo da como regalo el día de nuestro
bautismo y permanece en nuestra vida potenciando ese espíritu pequeño que
tenemos por ser criaturas hechas a
imagen y semejanza del Creador.
2) La acción de nuestro Dios, el esfuerzo realizado desde el amor, hasta dar
la vida y con la acción de Espíritu Santo, ha conseguido crear un Pueblo, una
comunidad, la Iglesia que se alimenta de la gracia divina y que es llamada a
reproducir en ella, el amor a Dios y a los hermanos. Su lema es “pasar por el
mundo haciendo el bien” a todos los que por un motivo u otro vivan entre
nosotros y combatir todo lo que degrade al hermano: hambre, injusticia, paro,
enfermedad, muerte,…
3) La Comunidad constituida por la acción de amor conjunta del Padre-Hijo y
Espíritu Santo, está llamada no sólo a vivir y reproducir ese amor, sino, y
también, a llamar a formar parte de esa Comunidad a todas la gentes que en
cualquier momento de la historia viven. Estamos llamados a ayudarles a
descubrir la bondad de Dios y que sólo junto a Él y con Él descubriremos y
viviremos nuestra dignidad de criaturas y podremos desarrollar todas nuestras
capacidades. Descubriremos que no somos un accidente de la naturaleza sino
alguien pensado, querido, deseado y necesitado, alguien insustituible para
construir un mundo nuevo. Esto sólo lo podremos vivir y conseguir cuando nos
bauticemos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; es decir
cuando asumamos ser creatura y vivamos en comunión con Dios y con los hermanos
que, también, lo han decidido.
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