domingo, 24 de junio de 2012


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Festividad del nacimiento de San Juan bautista

El Año litúrgico es el misterio de Cristo encarnado en nuestra realidad... Quizás no hemos entendido del todo que el Año litúrgico y su despliegue día tras día y domingo tras domingo, no es una actividad arbitraria, sino que intentamos, especialmente los domingos desplegar el sublime misterio de Cristo, la alianza que Dios ha firmado con los hombres, con la sangre de su propio Hijo, Jesucristo. Es una alianza en la que los hombres no sólo recibimos, sino que damos. La redención que no se opera solamente de parte de Cristo, sino que espera una colaboración activa de los hombres.

Por eso el cielo de los santos... corona y testimonio de Cristo: Por eso en el año litúrgico no sólo aparece el misterio de la redención en su protagonista principal, Jesucristo, sino que aparece un ciclo convergente que se llama el ciclo santoral, los santos; porque los santos no son una competencia al culto de Cristo, al contrario, son la corona de Cristo, son la realización lujosa de su redención, son los hombres y mujeres que han sabido captar y ser sensibles al amor infinito de Dios que vino en Cristo a salvarnos y han tratado de responderle. No debemos, de ninguna manera sustituir a Cristo por los santos y santas, tampoco por María. Estos hombres y mujeres santos, nos muestran la acción atractiva de Cristo y su seguimiento por hombres y mujeres como nosotros en su época, circunstancias y problemáticas.

Hoy, liturgia y palabra destaca a San Juan: En ese ciclo de los santos, el 24 de junio, que hoy coincide con un domingo, honramos la memoria de la natividad, de San Juan, el precursor del Señor.

Juan Bautista, Paradigma del hombre comprometido con el Reino de Dios. Paradigma quiere decir: modelo, como símbolo.  Celebramos hoy la "natividad" de San Juan como la de cualquier niño... alegría de nacimiento... búsqueda de hombre... comentarios de su porvenir. Precisamente las lecturas nos han llevado al nacer de un niño. En el pintoresco pueblecito de Ain Karim en las montañas de Judea, donde Isabel, ya anciana y estéril, ha recibido hace tres meses la visita de una joven virgen, pero con el privilegio de ser virgen y madre; porque está fecunda por un milagro de Dios.

Dos madres que van a dar a luz platican durante tres meses. Habrán platicado todo ese hermoso capítulo de San Lucas donde nos cuenta, precisamente, el momento en que Juan ha sido concebido en el seno de Isabel. El sacerdote Zacarías, esposo de Isabel, ofrecía incienso en el altar cuando tuvo la visión del ángel Gabriel, que le anunció que sus oraciones -pidiendo un hijo a su estéril matrimonio- habían sido oídas; pero Zacarías duda; y Dios, que quiere la entrega completa en la fe, castiga esa duda: "Te quedarás mudo hasta el día en que nazca el prometido de Dios". Y este es el momento de la celebración de hoy, Juan nace, se trata de ponerle un nombre y, hemos escuchado en el evangelio, todos quieren que se llame como su padre: Zacarías. Isabel dice: "No, Juan es su nombre". "Pero si en tu descendencia no existe ese nombre; preguntémosle pues a Zacarías" -el cual estaba sordo y mudo-, y con señas escribe en una tablita: "Juan es su nombre". Ha nacido un niño revelado por Dios, concebido en el milagro, y podemos acercarnos a otros ejemplos que aparecen también en la lectura de hoy:

Profecías en el Siervo de Yahvé: Hoy nos ha dicho el profeta Isaías que también él, como siervo de Dios, misteriosamente profetizando,  fue llamado desde el seno materno: "Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó en las entrañas maternas y pronunció mi nombre".

Anuncio de Cristo a María. También de Cristo, el ángel, aún antes de ser concebido en las entrañas de María, ya anuncia los designios que Dios tiene sobre ese ser, aún antes de ser concebido: "Se llamará Jesús, porque quitará los pecados del mundo":

Y San Pablo, ya convertido al cristianismo como cerrando un paréntesis, dice: "Yo también fui segregado ya en el vientre de mi madre".

Cada hombre es un designio de Dios :Esto se presta a una profunda reflexión: cada hombre y mujer es un designio de Dios El hombre en su realidad singular (porque es persona) tiene una historia propia de su vida y sobre todo una historia propia de su espíritu.

Los que estamos aquí, no hay ningún anónimo; cada uno, hasta el más humilde, hasta el chiquito que ha venido más tierno a esta misa, hasta el más pobre y enfermo de quien nadie escribirá jamás en la historia, tiene una historia, tiene su propia historia, y Dios lo ha querido a él en singular; es un fenómeno irrepetible. Dios no ha hecho los hombres en moldes, nos ha hecho con una historia muy típica a cada uno. ¡Si hubiera tiempo y nos pusiéramos a contar aquí la historia personal, de vosotros y la mía, descubriríamos que ¡todos tenemos una historia que es personal! Cada hombre tiene su vocación y Dios lo capacita para ello... Juan precursor anuncia la presencia de Cristo: ¿Qué quiere decir "precursor"?. El que va delante, el que va diciendo: "Ahí viene, ya viene detrás", es el heraldo. Los reyes, cuando llegaban a una población, mandaban adelante los heraldos. Este era el papel de Juan: "¡Ya se acerca la hora de la audiencia con Dios; ya llega el Rey inmortal de los siglos!". Hemos dicho que cada hombre es una vocación y Juan Bautista trajo ya su vocación bien clara de anunciar la presencia de Cristo.

En las lecturas de hoy así lo reconocen. En la segunda lectura, Juan es presentado por Pablo en uno de sus discursos en Antioquía: "Antes de que Él llegara, Juan, predicó a todo el pueblo de Israel un bautizo de conversión y cuando estaban para acabar con su vida, decía: Yo no soy quien pensáis, sino que viene detrás de mí, uno a quien no merezco desatarle las sandalias". Fue tan elocuente, era tan eficaz en su vocación Juan Bautista que, anunciando él a Cristo, muchos lo confundieron con Cristo. ¡Qué honor más intenso de un predicador! ¿Será éste el Cristo que ha de venir?., se preguntaban y Juan Bautista, respondía, en su humildad, y enseñaba a la gente: "Yo no soy el Mesías quien vosotros decís, yo no soy Cristo, ni siquiera soy un profeta, yo no soy más que una voz, una voz que va gritando: Ya viene, ¡preparadle los caminos!". Esto es lo grande de Juan. Esta es su vocación, esta es su misión.

En la primera lectura hemos escuchado al profeta que hablaba de la misión del precursor y en nombre del Señor, le dice:  "Es poca cosa que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel. Te voy a hacer luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra". Juan Bautista abarca toda la riqueza de las viejas promesas, para decirle al pueblo: "Seamos dignos de esas promesas que tenemos". Y se alza hacia el futuro en horizontes universales, para decir que las promesas del Viejo Testamento se realizan en la vida en Cristo: "Hay que anunciarlas para todos"., Juan está en el centro entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Está tan cerquita de Cristo que las gentes sospechan si no será él. "No era él la Luz, pero sí da testimonio de la Luz". Yo no soy Cristo, pero soy la voz que anuncia a Cristo.
Mirar como cumplía su vocación Juan:  Dice el capítulo 3 de San Lucas: "Vino por toda la región del Jordán predicando el bautismo de penitencia en remisión de los pecados, según está escrito en el libro: "Voz que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad las sendas. Todo barranco sea rellenado, todo monte y collado allanado; y los caminos tortuosos rectificados y los ásperos igualados y toda carne verá la salvación de Dios". 

       Que la misión de Juan, fruto de la vocación, como llamada ilusionada y confiada de Dios, nos ayude a descubrir nuestra vocación y asumirla con valentía y fidelidad.  ¡Gracias, Juan Bautista por tu ejemplo!

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