domingo, 15 de abril de 2012

No seáis incrédulos.

.

.

No seáis incrédulos



            Con la Pasión, Muerte y sepultura de Jesús muchos brindaron con sus mejores vinos y sus casas se llenarían de celebraciones y cánticos, mientras que los seguidores de Jesús se encogieron, sintieron preocupación y miedo por sus vidas como nos indican los evangelistas. Todo ello nos hace pensar que su interés por Jesús no era gratuito, como es el amor y el perdón del Padre para todos nosotros, ellos pretendían que Jesús fuera “el restaurador de Israel”. Por eso están con él y sus gestos y palabras, su solidaridad con el pueblo sufriente y su crítica a los colaboracionistas (Herodes) y a todos aquellos que son insensibles al sufrimiento del pueblo y le condenan (Templo), les hace pensar que sus esperanzas están a punto de realizarse.  Con la muerte y entierro de Jesús, sus esperanzas se desvanecieron; así lo expresa Lucas: “Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel“, comentan los discípulos desorientados y desanimados que abandonan Jerusalén y el grupo de discípulos y se vuelven a su casa ante el fracaso de Jesús de Nazaret (Lc 24,21). Podemos decir que las decepciones matan las ilusiones, pero ¿matan también la Esperanza? Si nuestras esperanzas no se cumplen, ¿podemos soñar otro futuro? El biblista Joan Estruch, dice: “Ser optimista es una cosa, tener esperanza es otra cosa”. El optimista cree que la realidad esperada coincidirá con sus deseos; el que tiene esperanza continua haciendo aquello que para él tiene sentido, aunque fracase. Y concluía: “Viendo como va el mundo y la Iglesia, no soy optimista; pero tengo esperanza”. Los discípulos debían saber que el A.T., nos muestra que  el pueblo de Israel había vivido el fracaso de muchas de sus esperanzas a lo largo de los siglos, pero esas decepciones no habían matado la esperanza: el pueblo de Israel, a punto de ser aniquilado una y otra vez, había resurgido de sus cenizas. En cada fracaso hubo personas capaces de mirar de cara los acontecimientos, hacer autocrítica, y buscar nuevos caminos. En la raíz de sus esperanzas latía la esperanza inextinguible de que Dios tiene palabra y que trabaja y cumple: la consecuencia que descubre es que si Dios se ha compro-metido con el Pueblo, el fracaso de la alianza no se perderá por culpa de Dios; será porque el pueblo falla. ¡Si no hemos acertado el camino, cambiemos de camino, escuchemos a Dios!, sería la consecuencia.



         Ante la sensación de fracaso, los discípulos, que posiblemente ignoran o no han reflexionado lo suficiente sobre la historia de su pueblo, dimiten, vuelven a casa, para ellos Jesús ha sido un sueño bonito, pero la realidad es otra.  De nuevo, Jesús, ha de rehacer el grupo, les busca allí donde han ido o donde se reúnen, se les presenta resucitado, dando razón a las Escrituras y pidiéndoles que no sean incrédulos, sino creyentes. Que no pongan el acento en sus ilusiones, sino que abran su corazón a Dios y acepten sus caminos. Eso es la fe. Es lo que movió a Jesús a ser fiel hasta la muerte y muerte en cruz, con la esperanza cierta que si el Padre le había encomendado un misión, a la que se entregó con cuerpo y alma, el Padre se apañaría para que diera fruto. La Resurrección supuso la fe de los discípulos que del fracaso y la decepción pasaron a la alegría y la paz.



         Alegría y paz que les llevó a la misión. Misión que se inicia con la denuncia injusta de la muerte de Jesús y el anuncio de su Resurrección. Mientras empezaba el rechinar de dientes de todos aquellos que habían brindado por la muerte de Jesús, los discípulos llenos de fuerza, por la acción de Espíritu Santo, predican y empiezan a formar una nueva manera de vivir y relacionarse, el Libro de los Hechos de los Apóstoles que iremos leyendo estos domingos de Pascua nos dan pistas y claves para buscar salidas a nuestra realidad actual. Este domingo, encontramos: “En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía…. Ninguno pasaba necesidad, pues los que tenían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno” (Hch 4, 32-35). Aquí tenemos una primera pista en ese camino de hacer comunidad entorno a Cristo Resucitado: conocernos, querernos, ayudarnos a hacer experiencia de resurrección y ayudarnos en nuestras necesidades. Analicemos, cojamos el Evangelio y decidamos. ¡Creamos!

.

.

No hay comentarios: