sábado, 28 de marzo de 2009

Semana Santa 2009.

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Semana Santa:
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El domingo próximo empezaremos las celebraciones de Semana Santa. La semana central del año para los cristianos. Conmemoramos los hechos y las vivencia fundamentales de nuestra Salvación: El Hijo de Dios hecho hombre con mensaje de paz, pasa por su tierra haciendo el bien, curando, acompañando, diciendo palabras que dan sentido a la vida y que nos muestran el rostro de Dios (liberador, misericordioso, bondadoso) y lo que Dios espera de nosotros (un corazón de hijos que escuchan y obedecen) porque juntos y bajo su orientación, hemos de construir el mundo según Dios (el Reino de Dios). Nace en la pobreza de un pesebre, “no había para él sitio en la posada” y muere como un forajido fuera de las murallas de la Ciudad Santa y en una cruz a petición de las gentes de su pueblo.

Las celebraciones nos ayudarán a vivir todos esos momentos, empezamos el Domingo de Ramos con la entrada de Jesús en Jerusalén y la expectativa que crea, pero Él no se deja engañar, “Los conoce a todos” y sabe de que pie cojean. El Jueves Santo es el día de la Eucaristía, de la anticipación entorno a un pan y una copa de lo que después será un cuerpo destrozado y una sangre derramada en silencio, perdonando, confiando y esperando en el Padre y expresando que todo lo asume para nuestra salvación. En esta celebración nos da su último gesto de amor en libertad: Dios se convierte en esclavo lavando los pies a los hombres y con una petición a todos los creyentes: “lavaos, también, los pies entre vosotros”. Después de la celebración de la Eucaristía, las comunidades cristianas entran en oración siguiendo la recomendación de Jesús “velada y orad para no caer en tentación”, hay que potenciar la confianza en que pase lo que pase Dios está allí y nos pide que no le abandonemos.

El Viernes Santo es un día para potenciar la fraternidad, el encuentro, la oración, para ayudarnos mutuamente a descubrir todo el misterio de amor que estamos contemplando en la celebración: Dios que ama, que nos salva, que cura nuestras heridas y los hombres que le tratamos con insultos, latigazos, nos reímos de Él, le ponemos al escarnio público despojándole de todo, sometiéndole a la burla y a la risa, abriendo la puerta al ateísmo de tanta gente, mientras Él calla, reza, perdona y entrega su vida al Padre. Es día de encontrarnos en oración: Laudes por al mañana, Vía crucis, Conmemoración de la Pasión y Muerte del Señor.

El sábado es día de meditación, reflexión, silencio y espera: Él nos ha dicho que confiemos en Dios y, también, que al tercer día resucitaría. Sabemos que así fue, por ello estamos convocados a las diez de la noche para celebrar ese acontecimiento que traspasa la historia, que no todos vieron pero si aquellos que el Él creyeron y de cuyo testimonio nos fiamos. Es noche de gloria, como nos dirán nuestros “artistas” en su obra, con Jesús resucitado debajo de las cenizas existe el fuego; ese fuego que purificará toda la tierra y que tiene su primera manifestación en la eclosión de fuego del volcán de la resurrección de Cristo, el primero de todos los creyentes. Es una noche de fiesta, de ojos grandes y bien abiertos, para contemplar, para escuchar, para guardar en el corazón, para agradecer y dar fiesta porque “Dios es grande”.

La fiesta continuará el domingo con la celebración de la Eucaristía. Seguirá durante toda la Pascua con la introducción de nuevos cristianos a través del Bautismo, la reafirmación de la fe con la Confirmación y la mayor comunión con Jesucristo con la participación de los niños y niñas en la Eucaristía.

Es muy grande lo que significan estos días, no podemos convertirlos en días de vacaciones, de consumismos, de gastos excesivos. No podemos despreciar este misterio de amor, que por ser misterio, exige una mayor atención y concentración, sino corremos el riesgo de perderlo todo y vivir sin disfrutar de su fuerza y del sentido de nuestro vivir.
Os invitamos a todos, aquí nos encontraremos.
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