sábado, 14 de marzo de 2009

El Papa y los obispos de Lefebre. Una carta triste.

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El 10 de Marzo del 2009, el Papa Benedicto XVI ha dirigido a los obispos de la iglesia católica una carta sobre la “remisión de la excomunión” de los cuatro Obispos consagrados por el Arzobispo Lefebvre, que él mismo había decretado el 29 de enero de este año. Aquel gesto de perdón del papa suscitó la gratitud de algunos, la indiferencia de muchos y, finalmente, la crítica de bastantes, por el hecho de que uno de los “perdonados” seguía proclamando abiertamente discursos anti-papales y anti-israelitas, diciendo, por ejemplo que el holocausto nazi no había ni existido. Varios episcopados del centro de Europa hicieron llegar su desagrado al papa, que se ha sentido no sólo criticado, sino herido en lo más profundo. Sólo así se entiende el hecho de que haya hecho llegar una carta autógrafa, a todos los obispos católicos del mundo explicándoles lo que ha pasado.
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Un gesto que quizá no era necesario
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La carta viene dirigida a los obispos, no al conjunto de los fieles, pero se ha hecho pública inmediatamente por todos los medios y ha recibido toda la publicidad con la que cuenta el Vaticano. Por eso me parece oportuno hacer un breve comentario, citando y glosando sus afirmaciones más significativas.
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1) Era conveniente.
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Queridos Hermanos en el ministerio episcopal. La remisión de la excomunión a los cuatro Obispos consagrados en el año 1988 por el Arzobispo Lefebvre sin mandato de la Santa Sede, ha suscitado por múltiples razones dentro y fuera de la Iglesia católica una discusión de una vehemencia como no se había visto desde hace mucho tiempo. Muchos Obispos se han sentido perplejos ante un acontecimiento sucedido inesperadamente y difícil de encuadrar positivamente en las cuestiones y tareas de la Iglesia de hoy. A pesar de que muchos Obispos y fieles estaban dispuestos en principio a considerar favorablemente la disposición del Papa a la reconciliación, a ello se contraponía sin embargo la cuestión sobre la conveniencia de dicho gesto ante las verdaderas urgencias de una vida de fe en nuestro tiempo. Algunos grupos, en cambio, acusaban abiertamente al Papa de querer volver atrás, hasta antes del Concilio. Se desencadenó así una avalancha de protestas, cuya amargura mostraba heridas que se remontaban más allá de este momento».
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El mismo Papa plantea la cuestión de la “conveniencia” de ese perdón. Personalmente me siento perplejo; todo lo que sea perdón y reconciliación me parece bueno. Pero no sé si éste era el momento de que el Papa realizara ese gesto y sólo ese gesto, que a muchos nos parece unilateral, pues el Papa no ha actuado de la misma manera con otros grupos eclesiales a los que ha criticado duramente desde el tiempo en que era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.Parece que el Papa se sitúa en nivel de “lo que hay”, perdonando a un grupo eclesial que cabe bien dentro de la estructura de Iglesia que él deseo. Pienso que hubiera sido bueno “subir de nivel”, situar el tema en otra perspectiva de evangelización y comunión, incluyendo en ese contexto a los de San Pio X, para abrir un camino más extenso de fraternidad. Por eso, tal como se ha dado, la remisión de los de San Pío X no me parece del todo afortunada.
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2) El caso Williamson.
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«Una contrariedad para mí imprevisible fue el hecho de que el caso Williamson se sobrepusiera a la remisión de la excomunión. El gesto discreto de misericordia hacia los cuatro Obispos, ordenados válidamente pero no legítimamente, apareció de manera inesperada como algo totalmente diverso: como la negación de la reconciliación entre cristianos y judíos y, por tanto, como la revocación de lo que en esta materia el Concilio había aclarado para el camino de la Iglesia. Una invitación a la reconciliación con un grupo eclesial implicado en un proceso de separación, se transformó así en su contrario: un aparente volver atrás respecto a todos los pasos de reconciliación entre los cristianos y judíos que se han dado a partir del Concilio, pasos compartidos y promovidos desde el inicio como un objetivo de mi trabajo personal teológico. Que esta superposición de dos procesos contrapuestos haya sucedido y, durante un tiempo haya enturbiado la paz entre cristianos y judíos, así como también la paz dentro de la Iglesia, es algo que sólo puedo lamentar profundamente».
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El caso Williamson podía preverse. Quienes le conocían sabían cómo es, Ciertamente, ha sido una falta de prudencia. Pero en el fondo hay otros temas, vinculados a la muerte de miles y millones de inocentes en el mundo. Muchos pensamos que el Papa no se está comprometiendo de un modo radical con los millones de pobres devorados por la crisis económica de este momento. Me parece indiscutible la necesidad de recordar a los judíos inocentes muertos de hace setenta años y doy gracias a Dios porque hay un pueblo, como el judío, que recuerda a sus muertos inocentes. Pero el recuerdo de esos muertos tiene que hacerse “católico” y convertirse en recuerdo y memoria de los inocentes muertos de cada día.
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3) Un Papa que no maneja el Internet, un Vaticano en el vacío.
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«Me han dicho que seguir con atención las noticias accesibles por Internet habría dado la posibilidad de conocer tempestivamente el problema. De ello saco la lección de que, en el futuro, en la Santa Sede deberemos prestar más atención a esta fuente de noticias».
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Estamos ante un caso que sería “de risa”, si es que no estuviera implicada el “honor” de un tipo de Iglesia. La famosa “diplomacia vaticana” ha muerto; los especialistas de la Curia Vaticana ya no saben lo que sabe un pobre diablo de la calle con internet a cuestas. No sé si el Papa sabe manejar el internet; parece que él mismo dice que no, y que va a aprender. Pero el tema no es ese. El tema es el Papa y sus Obispos ya no son “dueños de las noticias”, ya no saben más, ni pueden gobernar por ellos (por conocer secretos que otros no conocen). El internet ha democratizado un tipo de saber (al menos en el plano religioso). Nos hallamos ante el fin de un tipo de gobierno eclesial hecho de “secretos” en nombramientos e informaciones. Soy partidario de un papa, es decir, de una presencia personal de la Iglesia, de una comunión que se visibiliza en una persona concreta, conocida de todos… Pero en el tiempo del internet parece que un tipo de Papa que sabe más y que gobierna desde arriba ha terminado. La era internet marca un nuevo tipo de comunión (al menos para los internautas, que queremos que lo sean todos).
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4) Hostilidad de “los católicos” contra el Papa.
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«Me ha entristecido el hecho de que también los católicos, que en el fondo hubieran podido saber mejor cómo están las cosas, hayan pensado deberme herir con una hostilidad dispuesta al ataque. Justamente por esto doy gracias a los amigos judíos que han ayudado a deshacer rápidamente el malentendido y a restablecer la atmósfera de amistad y confianza que, como en el tiempo del Papa Juan Pablo II, también ha habido durante todo el período de mi Pontificado y, gracias a Dios, sigue habiendo».
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¡Evidentemente! ¿Quiénes pueden haberle herido al papa? Los católicos y, en especial, muchos hermanos obispos, que le han dicho que no ven por qué está haciendo lo que hace. Cuidado, hermano Benedicto XVI. Esta “hostilidad dispuesta al ataque” de la que hablas puede un signo de fraternidad. Precisamente porque te quieren te dicen que no lo has hecho bien. Al menos puede tratarse de eso.

5) No he sabido decir lo que se quería.
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«Otro desacierto, del cual me lamento sinceramente, consiste en el hecho de que el alcance y los límites de la iniciativa del 21 de enero de 2009 no se hayan ilustrado de modo suficientemente claro en el momento de su publicación».
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La culpa de ello la tiene el propio Papa y su entorno, que ya no saben cómo pueden recibirse sus palabras. Me parece buena esta aclaración. La culpa no está en no haber entendido bien, sino en no haberse explicado…¿No hubiera sido bueno dialogar antes de hablar ex cátedra? ¿No hubiera sido bueno escuchar antes de dictar sentencia? Quizá el Papa y sus colaboradores tendrán que aprender a escuchar, que para eso han sido elegidos. Ciertamente, ellos tienen “una voz que viene de Cristo”, pero sólo en la medida en que la comparten con la comunidad de la que han surgido.
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6) Personas e instituciones.
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«La excomunión afecta a las personas, no a las instituciones. Una ordenación episcopal sin el mandato pontificio significa el peligro de un cisma, porque cuestiona la unidad del colegio episcopal con el Papa. Por esto, la Iglesia debe reaccionar con la sanción más dura, la excomunión, con el fin de llamar a las personas sancionadas de este modo al arrepentimiento y a la vuelta a la unidad. Por desgracia, veinte años después de la ordenación, este objetivo no se ha alcanzado todavía. La remisión de la excomunión tiende al mismo fin al que sirve la sanción: invitar una vez más a los cuatro Obispos al retorno. Este gesto era posible después de que los interesados reconocieran en línea de principio al Papa y su potestad de Pastor, a pesar de las reservas sobre la obediencia a su autoridad doctrinal y a la del Concilio. Con esto vuelvo a la distinción entre persona e institución. La remisión de la excomunión ha sido un procedimiento en el ámbito de la disciplina eclesiástica: las personas venían liberadas del peso de conciencia provocado por la sanción eclesiástica más grave».
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Me parece bien esta distinción del Papa… pero no sé si se puede llevar hasta el final. En la Iglesia católica las instituciones no pueden separarse de las personas (como puede suceder, quizá, en Estado civil). La Iglesia es una comunión en la que no debería haber distancia entre instituciones y personas, entre cargos e individuos…
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7) La Fraternidad San Pío X no posee una “posición canónica” en la Iglesia.
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Hay que distinguir este ámbito disciplinar del ámbito doctrinal. El hecho de que la Fraternidad San Pío X no posea una posición canónica en la Iglesia, no se basa al fin y al cabo en razones disciplinares sino doctrinales. Hasta que la Fraternidad no tenga una posición canónica en la Iglesia, tampoco sus ministros ejercen ministerios legítimos en la Iglesia. Por tanto, es preciso distinguir entre el plano disciplinar, que concierne a las personas en cuanto tales, y el plano doctrinal, en el que entran en juego el ministerio y la institución. Para precisarlo una vez más: hasta que las cuestiones relativas a la doctrina no se aclaren, la Fraternidad no tiene ningún estado canónico en la Iglesia, y sus ministros, no obstante hayan sido liberados de la sanción eclesiástica, no ejercen legítimamente ministerio alguno en la Iglesia».
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Me parece bien esta aclaración… Pero me gustaría decirle al Papa que son millones y millones los cristianos que en este momento (principios del siglo XXI) viven al margen de las “posiciones canónicas”. El deseo de mantener una iglesia unida en torno a la “posición canónica” me parece ya un poco fuera de lugar, por principio evangélico y por experiencia social y personal. Como he dicho, me parece muy importante la misión del papado como signo de unidad. Pero pienso que debe subir de nivel para realizarla. No sé este papa, que ha pasado veinticinco años en la Congregación de la Doctrina de la Fe, vigilando y condenando heterodoxias puede ayudarnos a subir de nivel, para que veamos las cosas y vivamos el evangelio desde una perspectiva superior de gozo ante el anuncio del Reino.
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8) El Vaticano II y la autoridad en la iglesia.
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«Con esto se aclara que los problemas que deben ser tratados ahora son de naturaleza esencialmente doctrinal, y se refieren sobre todo a la aceptación del Concilio Vaticano II y del magisterio postconciliar de los Papas. Los organismos colegiales con los cuales la Congregación estudia las cuestiones que se presentan (especialmente la habitual reunión de los Cardenales el miércoles y la Plenaria anual o bienal) garantizan la implicación de los Prefectos de varias Congregaciones romanas y de los representantes del Episcopado mundial en las decisiones que se hayan de tomar. No se puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia al año 1962, lo cual debe quedar bien claro a la Fraternidad. Pero a algunos de los que se muestran como grandes defensores del Concilio se les debe recordar también que el Vaticano II lleva consigo toda la historia doctrinal de la Iglesia. Quien quiere ser obediente al Concilio, debe aceptar la fe profesada en el curso de los siglos y no puede cortar las raíces de las que el árbol vive».
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Éste es uno de los temas básicos. No se trata de quedar tras el concilio, antes del 1962 como quieren algunos lefebristas… Pero tampoco se trata de cerrarse en un tipo de Concilio a la Carta, como parecen hacer muchos en el Vaticano. Se trata de volver al evangelio para retomar la fuerza de Jesús, desde un espacio superior de libertad y amor que se abre todos… Las cosas de los de Lefebre no se resuelven en el nivel de Lebebre, sino en nivel más alto, de evangelio.
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9) ¿Era necesaria la Iniciativa de levantar la excomunión?. La pregunta se la hace el Papa, ahora, pasado mes y medio de su gesto de perdón.
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«Espero, queridos Hermanos, que con esto quede claro el significado positivo, como también sus límites, de la iniciativa del 21 de enero de 2009. Sin embargo, queda ahora la cuestión: ¿Era necesaria tal iniciativa? ¿Constituía realmente una prioridad? ¿No hay cosas mucho más importantes? Ciertamente hay cosas más importantes y urgentes. Creo haber señalado las prioridades de mi Pontificado en los discursos que pronuncié en sus comienzos. Lo que dije entonces sigue siendo de manera inalterable mi línea directiva. La primera prioridad para el Sucesor de Pedro fue fijada por el Señor en el Cenáculo de manera inequívoca: “Tú… confirma a tus hermanos” (Lc 22,32)».
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Dejo el tema así. Como he dicho, me parece bueno el perdón del Papa, pero debía haberse concedido en un contexto más amplio de diálogo y de búsqueda de claridad evangélica, abierta a todos los movimientos eclesiales.
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10) El Papado, una tarea de unidad.
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«Conducir a los hombres hacia Dios, hacia el Dios que habla en la Biblia: Ésta es la prioridad suprema y fundamental de la Iglesia y del Sucesor de Pedro en este tiempo. De esto se deriva, como consecuencia lógica, que debemos tener muy presente la unidad de los creyentes. En efecto, su discordia, su contraposición interna, pone en duda la credibilidad de su hablar de Dios. Por eso, el esfuerzo con miras al testimonio común de fe de los cristianos –al ecumenismo- está incluido en la prioridad suprema. A esto se añade la necesidad de que todos los que creen en Dios busquen juntos la paz, intenten acercarse unos a otros, para caminar juntos, incluso en la diversidad de su imagen de Dios, hacia la fuente de la Luz. En esto consiste el diálogo interreligioso. Quien anuncia a Dios como Amor “hasta el extremo” debe dar testimonio del amor. Dedicarse con amor a los que sufren, rechazar el odio y la enemistad, es la dimensión social de la fe cristiana, de la que hablé en la Encíclica Deus caritas est».
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Dejo el tema así, me parece bien el perdón...pero quiero que ser perdón y amor para todos, en comunión de libertad y de diálogo, sin imposiciones. No quiero que me dominen ni manipulen por el perdón, pero me dejo amar y quiero que sea posible el amor para todos.
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11) El riesgo de una reconciliación no positiva.
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«Por tanto, si el compromiso laborioso por la fe, por la esperanza y el amor en el mundo es en estos momentos (y, de modos diversos, siempre) la auténtica prioridad para la Iglesia, entonces también forman parte de ella las reconciliaciones pequeñas y medianas. Que el humilde gesto de una mano tendida haya dado lugar a un revuelo tan grande, convirtiéndose precisamente así en lo contrario de una reconciliación, es un hecho del que debemos tomar nota. Pero ahora me pregunto: ¿Era y es realmente una equivocación, también en este caso, salir al encuentro del hermano que “tiene quejas contra ti” (cf. Mt 5,23s) y buscar la reconciliación? ¿Acaso la sociedad civil no debe intentar también prevenir las radicalizaciones y reintegrar a sus eventuales partidarios –en la medida de lo posible- en las grandes fuerzas que plasman la vida social, para evitar su segregación con todas sus consecuencias? ¿Puede ser totalmente desacertado el comprometerse en la disolución de las rigideces y restricciones, para dar espacio a lo que haya de positivo y recuperable para el conjunto?
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Muchos pensamos que una reconciliación como la que quería el Papa con los de Lefebre era muy positiva, pero, al mismo tiempo, muy partidista. Era una reconciliación especial, para algunos privilegiados, a los que se les concede casi todo, mientras a otros parece que se les niega el pan y la sal. Así lo han sentido al menos otros cristianos. Muchos me han dicho que este Papa es bueno, pero no parece de todos o que, al menos, no es igual para todos. Es más (o quiere ser más) para algunos que para otros.
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12) El valor de los lefebrianos.
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«Yo mismo he visto en los años posteriores a 1988 cómo, mediante el regreso de comunidades separadas anteriormente de Roma, ha cambiado su clima interior; cómo el regreso a la gran y amplia Iglesia común ha hecho superar posiciones unilaterales y ablandado rigideces, de modo que luego han surgido fuerzas positivas para el conjunto. ¿Puede dejarnos totalmente indiferentes una comunidad en la cual hay 491 sacerdotes, 215 seminaristas, 6 seminarios, 88 escuelas, 2 institutos universitarios, 117 hermanos, 164 hermanas y millares de fieles? ¿Debemos realmente dejarlos tranquilamente ir a la deriva lejos de la Iglesia? Pienso por ejemplo en los 491 sacerdotes. No podemos conocer la trama de sus motivaciones. Sin embargo, creo que no se hubieran decidido por el sacerdocio si, junto a varios elementos distorsionados y enfermos, no existiera el amor por Cristo y la voluntad de anunciarlo y, con Él, al Dios vivo. ¿Podemos simplemente excluirlos, como representantes de un grupo marginal radical, de la búsqueda de la reconciliación y de la unidad? ¿Qué será de ellos luego?».
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Evidentemente, los de Lebebre son importantes, con sus 88 escuelas, con sus seis seminarios…Pero son importantes todos y, en especial, aquellos de los que nadie se acuerda, los que no tienen ni siquiera seminarios (de este tipo). El perdón de los de Lefebre tiene que ir vinculado a un perdón y amor para todos, en un camino más alto de evangelio. Sí, queremos a los Lefebre en la Iglesia, pero en una iglesia que acoja a todos.
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13) El testimonio de los de Lefrebre.
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«Ciertamente, desde hace mucho tiempo y después una y otra vez, en esta ocasión concreta hemos escuchado de representantes de esa comunidad muchas cosas fuera de tono: soberbia y presunción, obcecaciones sobre unilateralismos, etc. Por amor a la verdad, debo añadir que he recibido también una serie de impresionantes testimonios de gratitud, en los cuales se percibía una apertura de los corazones. ¿Acaso no debe la gran Iglesia permitirse ser también generosa, siendo consciente de la envergadura que posee; en la certeza de la promesa que le ha sido confiada? ¿No debemos como buenos educadores ser capaces también de dejar de fijarnos en diversas cosas no buenas y apresurarnos a salir fuera de las estrecheces? ¿Y acaso no debemos admitir que también en el ámbito eclesial se ha dado alguna salida de tono? A veces se tiene la impresión de que nuestra sociedad tenga necesidad de un grupo al menos con el cual no tener tolerancia alguna; contra el cual pueda tranquilamente arremeter con odio. Y si alguno intenta acercársele –en este caso el Papa- también él pierde el derecho a la tolerancia y puede también ser tratado con odio, sin temor ni reservas».
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El papa se queja de algunas reacciones de los de Lefebre: «cosas fuera de tono: soberbia y presunción, obcecaciones sobre unilateralismos». No lo sé, no he seguido todo lo que se ha dicho, pero me parece muy posible. Pero es normal que sucedan esas cosas…El Papa, si quiere ser Papa de todos, tiene que estar dispuesto a que hablen mal de él.
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Conclusión.
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No me queda nada que decir. He comentado la carta de Benedicto XVI y le doy gracias por ella. Es una carta sincera y valiente, es el documento de una persona, no de una institución. También le doy gracias por el perdón que ha concedido a los de Lefebre, de verdad. Gracias, Papa Benedicto. Pero quiero y pido que ese gesto de perdón y de diálogo pueda abrirse a todos los grupos eclesiales, para iniciar, desde un nivel más alto, una nueva forma de evangelización cristiana, católica.
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