domingo, 8 de marzo de 2009

La conversión.

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Continuemos el camino iniciado con la ceniza y el ayuno y abstinencia, con la oración: Orar es dialogar con el Amigo, de Amigo a amigo. Tenemos una vida rica en interrogantes, en felicidad, en esperanza, en sufrimiento. De hecho el Amigo ya la conoce, la tiene en cuenta y la acompaña; quizás nosotros pensemos que no. Por eso nos conviene escuchar: “hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados” (Lc 12,7). “Vuestros nombres están inscritos en el libro de la Vida” (Fil 4,3). Cuando escuchas encuentras expresiones como estas. Dialogar supone hacer partícipe y escuchar. Normalmente decimos y respondemos, es un diálogo vacío, un cuerpo sin alma. Para poder escuchar hemos de conocer, Él nos conoce, nosotros no le conocemos. ¿Como orar bien? Acercándonos a la Escritura, Palabra de Dios encarnada en letra impresa, meditándola y llevándola a la práctica. Nuestro diálogo, nuestra oración, será diferente. ¡Busquemos la manera de orar bien!
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