martes, 15 de enero de 2013


El año de la fe: todos creemos en el mismo dios.

            Los cristianos tenemos una lectura de la realidad, fruto de nuestra fe en Jesucristo, que nos ayuda a compartir  varias cosas con los otros: Un solo Dios, todos somos hermanos, Dios nos ama, se ocupa e interesa por nosotros, existe la vida eterna.

        Si sólo hay un Dios, hemos de entender que todos nos dirigimos al mismo Dios, seamos de la religión que seamos. Por tanto, no ha de ser la religión, en ella metemos cultura, intereses, prácticas, normas, estructuras,…, la que nos marque quien es Dios, sino que ella ha de estar al servicio y la voluntad de Dios y al servicio, dignidad y liberación de la persona para que puedan descubrir su verdad y sentido de su existir.

        Si junto a judíos, mahometanos, cristianos de las diversas ramas, afirmamos la transcendencia de Dios que no es obra humana y sí el autor de todo lo que ha existido, existe y existirá, podríamos dialogar y potenciar  la fe universal en un solo Dios. Es cierto que los católicos afirmamos con rotundidad que “creemos en un solo Dios verdadero” y que para nuestro bien, para acercarse a nosotros y darse a conocer se ha manifestado como Padre, Hijo y Espíritu Santo: Un solo Dios y tres personas distintas. Esta concreción nos separa de judíos, no aceptan a Jesús como Dios, ni lo aceptaron, aunque vieron que muchas de sus obras sólo las podía realizar Dios; ni lo aceptan hoy; el futuro es una incógnita. Con los musulmanes parece mucho más imposible, la radicalidad del Dios único es inamovible. De los 99 títulos con que alaban a Allah, con muchos podemos coincidir pero su contenido es distinto, esto hace que nos consideren infieles (Infiel es el que no profesa la fe que se considera como verdadera, en referencia al cristianismo o al islam. El adjetivo va en ambas direcciones, aunque la practican con mayor fuerza los islamistas). A parte de la Cruzadas. Se ha intentado buscar lazos de comunión; así El 6 de mayo de 2001, el Papa Juan Pablo II, el primer Papa en orar en una mezquita, prpuso una dirección en la Mezquita de Omayyad en Damasco, diciendo: "Es importante que los musulmanes y los cristianos continúen explorando las preguntas filosóficas y teológicas en conjunto, para poder obtener un conocimiento más objetivo y comprensivo de cada creencia religiosa del otro. El mejor entendimiento mutuo seguramente llevará, a nivel práctico, a una nueva forma de presentar nuestras dos religiones no en oposición, como ha sucedido a menudo en el pasado, sino en asociación para el bien de la familia humana".

        Este gran deseo expresado por Juan Pablo II, como el expresado por Pablo VI (cuya madre era judía, y para casarse dejó el judaísmo y pasó al cristianismo), con su visita y reconocimiento del Estado de Israel, manifiesta " ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso esche i fratelli vivano insieme!” (Salmo 133). convivir los hermanos unidos "(Sal 133).       
        Del 18 al 24 de enero, un año más, celebraremos la semana de unidad de los cristianos. La división, la mayoría de las veces es fruto de protagonismo; es fruto del pecado. Mutuamente nos hemos de perdonar, reconocer los erros particulares, ¿cómo estos errores nos han ido alejando y creando estructuras que nada tienen que ver con el Evangelio? No es una cuestión de fe insalvable, es cuestión de práctica religiosa, fundamentalmente, y esto hemos de corregir para llegar a formar “un solo Pueblo, bajo la guía de un solo Pastor (Jesucristo)”. A nivel de Jerarquía esto se está haciendo y a nivel de bases, fieles, deberíamos ir dando pasos positivos. ¿Cómo? Creo que el gran promotor de la unidad es el Espíritu Santo y a Él hemos de escuchar y dejar hacer; dejarnos de protagonismos y de intereses particulares, potenciar el conocimiento de Jesucristo, meditar y orar cada uno en su comunidad y potenciar momentos de conocimiento mutuo. Potenciar la limpieza de corazón, renunciar a todo lo que no sea fruto del Evangelio, potenciar nuestra fe en el “Hijo amado del Padre, en el predilecto”. Sería un gran paso para el testimonio de ser “siervos” como el Señor Jesús nos pedía y dedicarnos al bien de todos los hombres y mujeres de nuestro mundo, de nuestros hermanos y hermanas. No lo olvidemos.

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