viernes, 11 de marzo de 2011

La Vocación.

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Los pasados DOMINGO Y MIÉRCOLES, en la homilía, os decía que tanto en la dinámica de unir el decir con el hacer, para evitar la hipocresía, como en la dinámica del ayuno, abstinencia, oración y solidaridad con los necesitados, que nos propone la Cuaresma, sólo las deberíamos de entender desde la perspectiva de llamada y no de la obligación; si cayéramos en las redes de la obligación, os decía, que acabaríamos abandonando la dinámica religiosa o caeríamos en la rutina o el fanatismo. Hemos de potenciar y trabajar que nosotros estamos en la Iglesia y vivimos en la fe porque es respuesta a una llamada, no es una conquista personal, ni grupal.
Al aceptar que todo es llamada, entendemos que si Alguien nos llama será para decirnos algo o confiarnos algo. Sabemos que la pretensión de Jesucristo, fiel realizador de la voluntad del Padre, es que constituyamos un Pueblo nuevo cuya dinámica parte del abrazo Dios-hijos y que como nos dice San Pablo en su segunda carta a los Corintios “nosotros actuamos como enviados de Cristo” (2Co 5,20). Somos presencia activa de Cristo en medio de nuestra sociedad, de nuestra ciudad, de nuestro barrio.
Hemos de ser conscientes que la respuesta a las súplicas, que las personas hacen a Dios, en las diversas situaciones que viven, muchas veces pasa por nuestra respuesta y ese actuar tiene que ser avivado personalmente y en comunidad. Toda comunidad es un grupo estructurado, podremos decir que más bien o mal, y es responsabilidad de todos los que hemos respondido libremente a la llamada y nos hemos comprometido. Dicen que el Espíritu Santo no abandona nunca a su Iglesia, está siempre presente en el corazón de los bautizados, abriéndonos los ojos ante los acontecimientos que interrogan la vida de las personas para poder aportar una palabra de humanidad, de esperanza, de amor. Es el amor nuestro timbre de honor, es la comunidad quien nos ayudará a ser fieles y a vivir en constancia la llamada y la colaboración a construir Reino.
Desde los primeros tiempos de la Iglesia la comunidad ha sido dotada de toda una serie de servicios, uno de ellos es el de presidir la comunidad que se fue concretando en un miembro ordenado de la comunidad para esta misión o servicio. En la medida que vayamos entendiendo que después de la llamada primera, cuya respuesta, entre nosotros es el bautismo y la entrada en la comunidad, puede haber otras llamadas para que la comunidad pueda irse estructurando como pueblo-testigo del amor de Dios a las gentes, descubriremos que el presbítero no es otra cosa que respuesta a una llamada personal. El presbítero, se ha de entender como una llamada más, por eso el lema de la campaña de este año es “el presbítero, regalo de Dios para nuestro mundo”. Muchos bautizados ni se han enterado que el Señor les confía esta misión y no se han enterado por varios motivos: Un primer motivo puede ser que nadie les haya enseñado a escuchar y no escuchan porque no conocen, es el gran pecado del analfabetismo de la Escritura y de la oración de nuestras comunidades actuales. Un segundo motivo es que como las bases no son buenas, no se descubre el amor gratuito y la confianza gratuita que el Señor tiene depositada en nosotros y no se disfruta porque se piensan que es una obligación impuesta y un esfuerzo personal que hoy no tiene sentido. No se descubre la llamada a la libertad, la confianza infinita.
Las vocaciones, surgen en un porcentaje muy alto en las comunidades, entre gentes sencillas, humildes y a veces sin poder económico, trabajadores, gentes en paro, estudiosos, jubilados. Que en algún momento alguien les ha dicho sabes si el Señor te llama, y le ayuda a preguntarse si podría ser un buen presbítero. Y le anima a dialogar con el Señor y ver si los intereses y opciones que le mueven van a favor o en contra de la respuesta bautismal, Señalando siempre que para el Señor “nada hay imposible”.
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