sábado, 5 de marzo de 2011

La Cuaresma.

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LA CUARESMA:

La Cuaresma para l@s cristian@s es un tiempo de gracia. Su duración es de cuarenta días antes de la Pascua. La Pascua es la fiesta más importante de los cristian@s, en ella conmemoramos el amor de Dios, a todos los hombres, manifestado en su Hijo Jesús, que vino al mundo para recrear las relaciones armónicas de las criaturas con su Creador. Como sabemos, por la historia, fue rechazado y asesinado como un malhechor un viernes, día de la preparación de la solemne fiesta de la Pascua judía. Nosotr@s, aquellos que hemos respondido a la llamada reconciliadora de su Hijo, formamos las comunidades cristianas y aceptamos esos cuarenta días de más intensa reflexión y oración, de renuncias (ayuno, abstinencia, consumo y caprichos,..), y de solidaridad con l@s crucificad@s de nuestro tiempo.
En estos días del año, las diversas comunidades entran en reflexión: ¿somos coherentes con el sacrificio reconciliador de nuestro Dios? ¿Qué hemos de cambiar? ¿En qué hemos de madurar? ¿Qué ayuda hemos de solicitar al Señor?
Por eso La comunidad entra en penitencia, recordando que el Señor Jesús después de recibir la plenitud del Espíritu en el Jordán, el día de su bautizo, junto a la proclamación “tú eres mi hijo amado”, se retira al desierto: lugar de austeridad total donde ayunó durante cuarenta días; aunque lo importante no fue esto, lo importante fue el interrogarse ¿cómo servir el don que el Padre le había entregado?, ¿cómo realizar su misión? ¿cómo vaciarse de intereses particulares y abrir su vida a los planes del Padre?
Cuando un@ vive a la intemperie, como Jesús, con el gran deseo de servir y ser eficaz en la corrección de los errores que había llenado de polvo la imagen de Dios y que se manifestaban en injusticias, desprecios, descalificaciones, condenas y había muerto la bondad, la misericordia y el perdón. Cuando un@ se encuentra el sufrimiento y el pecado, a veces tiene prisa y propone honestamente sus caminos y se olvida de los de Dios, estas son las tentaciones que Jesús sufrió y que reflexionaremos el primer domingo de cuaresma. Jesús ayudado por el conocimiento de la Escritura y la oración supo apartar sus caminos para seguir los caminos que le proponía el Padre.

También nosotros entramos en cuaresma, en la olvidada y marginada cuaresma. La mayoría pone en duda todo, otr@s actúan por rutina, la consecuencia es que el fruto de conversión es difícil de ver, tocar, degustar.
Os animo a fiarnos de las directrices de la Iglesia. La Iglesia no es obra nuestra, aunque nosotros somos, piedras vivas, en ella hemos nacido, en ella se nos ha formado, en ella hemos celebrado las decisiones más importantes de la vida. Ella es maestra y madre y ahora, nos pide: hacer penitencia, potenciar la plegaria, compartir con el que no tiene, porque ello nos acercará más al Maestro y seremos presencia de Dios en nuestras realidades. Sepamos renunciar a la comida, vivamos un día como aquellos que no pueden elegir, por un instante sepamos que es pasar hambre, que no sea la nevera quien nos domine, sino nosotros a la nevera, luchemos por nuestra libertad ante las cosas. Son días de ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes santo. La abstinencia, va en el mismo sentido, que las cosas no nos dominen, quizás seria bueno renunciar a la carne y al pescado y comer una cosa sencilla, verdura, legumbres, huevos, fruta, etc. nos iría bien para la salud. La oración a través de la Palabra, dirigirnos al Señor a partir de lo que las lecturas nos sugieren y no al revés. Saber ponernos en sus manos, poder decir junto al salmista: “aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”, o junto a Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”, o junto a Jesús: “mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”. Y finalmente la caridad, solidaridad o limosna: el saber compartir con el necesitad@, saber responder positivamente al “dadles vosotr@s de comer”
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