viernes, 28 de enero de 2011

Las Bienaventuranzas.

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Siguiendo el itinerario de los primeros días de la vida pública de Jesús, nos encontramos hoy con la proclamación de las Bienaventuranzas. Este año el grupo de Vida Creixent está trabajando, reflexionando y actualizando las Bienaventuranzas en su propia vida, del texto que utilizan, en las páginas 13 a 15, Francesc Roma, SJ. Escribe lo siguiente:
“Viendo la muchedumbre” .A Jesús le importa mucho la muchedumbre, la gente, la masa, el pueblo en general. Precisamente porque quiere que dejen de ser masa, una multitud y vayan recobrando su dignidad personal, su individualidad. De la masa quiere hacer Pueblo de Dios. Tanto más cuanto que esta “multitud” vive sedienta de felicidad. Dentro de aquella muchedumbre, también se encuentra el grupo de los discípulos.

“Les enseñaba diciendo” Según Mateo, es la primera palabra que pronuncian los labios de Jesús, que sale de su cabeza, de su espíritu y de su interior. Y esta palabra es “¡bienaventurados vosotros¡” .Tal como dice el evangelista Juan: “nadie le tenía que decir quien es el hombre… “Y aquellos hombres y mujeres que le escuchaban eran “gente normal”. Personas con problemas de todo tipo, económicos, políticos sociales, familiares y personales. Cansados de pagar impuestos al tirano de Roma, cansados de vivir o malvivir, esperando un Mesías que los liberara de todas las esclavitudes históricas y les diese poder e influencia política y religiosa sobre el resto de las naciones
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Los supuestos oyentes de Jesús: Quizás aquel auditorio empezó a captar que Jesús era “distinto” ,que cuando les hablaba de libertad, de paz, de solidaridad, se refería a otra dimensión espiritual que empezaban a sospechar. La palabra de Jesús tenía otros ecos muy alejados de aquella exaltación propia de los esenios (espiritualistas, alejados de la realidad), o propia de los zelotes (guardianes de la más estricta observancia de la Ley, acerados militantes contra el paganismo qque rodeaba al pueblo judío), también se alejaba de los rigores del culto y de la religiosidad (que los fariseos y los grandes sacerdotes tenían como prioridad de su fe…)
No, Jesús nos estaba haciendo su propio retrato, un dibujo de sus líneas maestras, recogiendo y mejorando el mensaje de los grandes profetas Isaías, Jeremías, Amós y Oseas. Dice José L. Martín Descalzo que “el día que Jesús proclamó las Bienaventuranzas ante el pueblo, de alguna forma firmaba su sentencia de muerte”. Fuerte, pero cierto.
Jesús introduce en medio de la cordura humana y del sentido común demasiado humano una auténtica locura divina. Capaz de despertar en quienes le escuchaban sentimientos de vértigo, sensaciones buenas y nuevas. Eran una invitación a vivir motivos interiores de esperanza y de plena confianza en Dios.
Con esta “Carta Magna” del Reino de Dios (es así como suelen llamarse las Bienaventuranzas de Jesús y el Sermón de la Montaña, en general), Jesús invita a todos los sedientos de Vida Plena a saborear la esencia del Evangelio. Nada tiene que ver con un código moral, ni con una propuesta que debe seguirse a fuerza de puños y heroísmos. De ahí que hay mucha gente que vive las Bienaventuranzas sin casi darse cuenta. Por eso el texto de las Bienaventuranzas es el Evangelio del día e todos los Santos, porque de alguna manera quiere retratar la vida de un sinfín de buena gente, que nos ha precedido y que vive entre nosotros y han procurado pertenecer a aquella multitud que escuchaba las palabras del Maestro de Nazaret … Porque en las Bienaventuranzas no encontramos un solo no. Todas son un canto a la vida, porque la felicidad es exactamente esto: un canto a aquellos aspectos escondidos de la vida que son una fuente de felicidad.”
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