lunes, 27 de diciembre de 2010

En la Biblia está el futuro de Europa (y 6).

.
.
Habría que ser conscientes de las divergencias existentes entre la cultura europea y la cultura árabe, pero no para cerrarse en una fortaleza europea, sino para abrirse a un intercambio sincero que permita la confianza recíproca y sostenga las fuerzas dialogantes dentro del Islam para un camino e paz.
Con este motivo, como se afirmaba a propósito del segundo Sínodo europeo, tendrá una importancia capital suscitar y sostener vocaciones específicas –políticas- de numerosos laicos al servivio del bien común europeo y mundial. Personas que, siguiendo el ejemplo de aquellos que han sido llamado “los padres de Europa”, sepan ser artífices de la sociedad europea del porvenir, haciéndola descansar sobre las sólidas bases del Espíritu (cf. Instrumentum laboris del Primer Sínodo europeo, n.82). Y estas bases sólidas del Espíritu son las que encontramos en la Escritura, y en particular en el Evangelio.
Repetiré, pues, concluyendo, que el futuro de la Iglesia en Europa y su misión a favor de la sociedad europea están estrechamente vinculados al conocimiento, a la familiaridad y al amor a la Sagrada Escritura. Que ha sido el gran libro del pasado de Europa. Y será el libro del fututo. Pero quede bien claro que con esto no queremos simplemente referirnos a un libro o a una fórmula escrita. Como se dice claramente en el documento de Juan Pablo II sobre el Tercer Milenio, no será una fórmula, ni un programa lo que nos salve, sino la persona viva de Jesucristo. Es esta persona viva la que nos habla en las Escrituras, con la fuerza del espíritu, la que nos salvará.
Como proclama el Papa en el documento Ecclesia in Europa, promulgado después del último Sínodo de los obispos europeos, la Iglesia debe poder entrar en el nuevo milenio con el libro de los Evangelios. Que todos los fieles comprendan la exhortación conciliar a adquirir, con una lectura frecuente de las Sagradas Escrituras, la sublimidad del conocimiento de Cristo ….., que la Sagrada Biblia siga siendo un tesoro para la Iglesia y para todo cristiano (y yo quisiera añadir, para todo hombre y mujer de buena voluntad, porque la Biblia es un libro que habla a todos); nosotros encontraremos en el estudio atento de la Palabra el alimento y la fuerza para llevar a cabo cada día nuestra misión. Tomemos, pues, este libro en nuestras manos, dice Juan Pablo II en la exhortación. Y añade: “Gustémoslo hasta el fondo: nos costará, pero nos proporcionará alegría…. Estaremos así rebosantes de esperanza y capaces de comunicarla a cada hombre y mujer que encontremos en el camino”. (Ecclesia in Europa, n. 65).
.
El Evangelio de este domingo nos dice que la “palabra vino a los suyos y los suyos no la conocieron”, compartiendo la idea del cardenal Martín, podemos decir que los suyos somos todos los hombres y mujeres del mundo. Todavía en este mundo nuestro
La Palabra viva y con rostro no es conocida y en muchos ambientes rechazada y a veces ridiculizada. Los que tenemos la suerte de respirar junto a El, tenemos, también, la misión de darla a conocer con precisión, sin intereses, ni ideologías, ni traiciones, darla a conocer desde nuestra vivencia. La vivencia es lo que acerca la Palabra a los otros, aprovechemos todos los momentos de nuestra vida para profundizar y gozar del Emmanuel.
.



Benedicto XVI, en la exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, 12, dice:
“ La Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre. Se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro alcance. Ahora, la Palabra no solo se puede oír, no solo tiene una voz, sino que tiene un rostro que podemos ver: Jesús de Nazaret”.
.
.

No hay comentarios: