viernes, 26 de noviembre de 2010

En la Biblia está el futuro de Europa (2)

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Seguimos con el escrito del cardenal emérito de Milán sobre el tema “en la Biblia está el futuro de Europa” (Cooperador paulino nº155)

“Mis cuatro tesis:

Tesis número 1: Ante todo, es necesario llamar la atención sobre el hecho histórico indudable de que la Biblia no es sólo el libro que recoge las tradiciones del pueblo judío y las de los orígenes del cristianismo, sino que es también el libro del pasado de toda la historia europea, como han reconocido todos los grandes espíritus europeos. (Sería conveniente leer el documento de los obispos de Catalunya, titulado “Arrels (raíces) cristianes de Catalunya).
Efectivamente, como ya afirmaba Goethe, “la lengua materna de Europa es el cristianismo”; y también Kant estaba convencido de que “el Evangelio es la fuente de la que brota nuestra civilización”. Otro filósofo célebre, Nietzsche, afirmaba que “para nosotros Abraham es más que cualquier otra persona de la historia griega o alemana. Entre lo que sentimos al leer los salmos y lo que experimentamos al leer a Píndaro o a Tetrarca hay la misma diferencia que existe entre la patria y la tierra extranjera”. El poeta francés Paul Claudel habla de la Biblia como de gran léxico” del que han bebido las literaturas europeas, mientras el pintor Marc Chagall estaba convencido de que durante muchos siglos los grandes pintores se han inspirado en ese “alfabeto cromático de la esperanza” que son las Sagradas Escrituras. Efectivamente sin el conocimiento de las Escrituras es difícil descifrar el sentido del arte europeo medieval y moderno. Recuerdo haber oído el testimonio de un joven nacido en los Estados Unidos, de padres japoneses, que no sabía nada del cristianismo. Al llegar a Italia para sus estudios artísticos comenzó a maravillarse de leas escenas que veía representadas en los grandes frescos de Florencia y quiso conocer la historia que narraban. Así fue como conoció el cristianismo y finalmente pidió el bautismo, para poder estar, de ese modo, unido a ese Jesús crucificado y resucitado al que había aprendido a conocer en las grandes pinturas de la cultura italiana.
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