domingo, 3 de enero de 2010

Acoger la palabra de Dios.

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. DIAS DE NAVIDAD: ACOGER LA PALABRA DE DIOS.
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San Juan comienza su evangelio hablándonos de la Palabra de Dios. Esa Palabra que estaba en Dios. Palabra que es vida y luz. Palabra que brilla en medio de las tinieblas. Palabra que se ha hecho carne y ha venido a habitar entre nosotros.
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Esa Palabra de Dios la podemos escuchar ya, de alguna manera, a través del mundo y en la creación entera. Alguien Grande y Bueno se esconde detrás de las cosas que nos rodean.
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Esa Palabra de Dios la escuchamos todavía mejor en la historia de los hombres. Generaciones de hombres y mujeres que han sabido amar, sufrir, luchar por un mundo más humano. Esta humanidad no camina sola. Dios nos acompaña y nos dirige hacia la Vida.
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Esa Palabra de Dios la escuchamos con mucha mayor claridad en la historia concreta del pueblo de Israel. Un pueblo que ha cometido errores y pecados, pero que ha sido trabajado de manera particular por Dios. En su vida, sus leyes, su oración, sus costumbres, sus profetas, podemos escuchar la Palabra de Dios de manera más clara, penetrante y luminosa que en cualquier otro pueblo.
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Pero sólo en la historia de Jesús encontramos en plenitud esa Palabra. Cuando Dios ha querido hablarnos y descubrirnos su misterio, lo ha hecho encarnándose en este hombre. Este Jesús es la última Palabra, la decisiva, la Palabra de Dios hecha carne.
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¿Dónde podemos nosotros hoy encontrar esa Palabra para acogerla con fidelidad! Ciertamente, podemos percibir a Dios en la naturaleza. Podemos seguir su rastro en la historia de los pueblos. Hemos de encontrarla en el fondo de nuestro corazón.
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Pero los creyentes contamos con un camino privilegiado: la Biblia. Esos libros que recogen la experiencia religiosa de Israel y nos ofrecen la vida, el mensaje, la muerte y resurrección de Jesús.
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El creyente no se acerca a la Biblia para leer en un libro sino para escuchar a Alguien. No trata de conocer una doctrina sino de encontrarse con DIOS. No buscamos aprender una sabiduría nueva sino dejarnos penetrar por la fuerza y la luz del mismo Dios.
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La celebración navideña de la Encarnación de la Palabra de Dios, tiene que ser para los creyentes una invitación a acercarnos con más asiduidad a los libros sagrados.
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Esa Palabra nos puede dar una luz nueva y una vida diferente. Entonces podremos decir con más verdad y desde nuestra propia experiencia que la Palabra de Dios ha venido a habitar entre nosotros.
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