sábado, 10 de marzo de 2012

Las acciones de Jesús.



Con su acción, Jesús firma su sentencia de muerte


            Escuchaba en una emisora de radio, el miércoles pasado, en esa crítica cada día más feroz hacía la Iglesia, que utilizamos las citas bíblicas como queremos y que con una cita decimos una cosa y la contraria y criticaban al propio Jesús por hacer lo mismo; ponían como ejemplo la invitación de Jesús a poner la otra mejilla y su actitud violenta en la explanada del Templo de Jerusalén. Con esta y otras citas parecidas se permitían el lujo de cargarse a Càritas, la Iglesia y unían la discriminación de la mujer en la Iglesia con lo que predicaba el  imán de la mezquita de Terrassa que, parece ser enseñaba a pegar a las mujeres, por parte de los maridos, sin que quedaran señales y así no ser denunciados.

       Precisamente este tercer domingo de Cuaresma, la liturgia nos presenta para conocer y reflexionar el fragmento de la expulsión de los mercaderes del templo que encontramos en Juan 2,13-25.  Tenemos la suerte los discípulos que nuestra meta no es hacer lo que nos plazca y utilizar dichos y hechos de Jesús para justificar nuestro egoísmo. Es cierto que a veces se ha hecho, pero este es nuestro pecado y por ello, nosotros queremos conocer mejor a Jesús porque queremos ser como Él, fieles a Dios, servidores de los hermanos, luchadores en el cambio de esta sociedad a favor de una sociedad desde los pequeños, los que sufren, los marginados, todos aquellos a los que Jesús llama felices, bienaventurados y dice que poseerán el Reino de los cielos. Todo lo que se aparte de aquí es pecado contra Dios y contra los hermanos y una degradación personal del que lo vive o practica. La Cuaresma nos ayuda a revisar nuestra vida personal y colectiva para unirla más y mejor a la del Señor y Maestro, seremos mejores discípulos.

       La expulsión de los mercaderes de la explanada de los gentiles: es difícil recapitular en pocas líneas el ambiente, la situación y la pretensión de la acción de Jesús. Estaban en Pascua y a la Pascua acudían  entre 150.000 y 200.000 peregrinos a Jerusalén, más las 50.000 personas que vivían en la ciudad.  Jesús había proclamado y trabajado por instaurar el Reino de los Cielos, una sociedad donde todo sería consecuencia de escuchar a Dios, no de fuerza, ni violencia. Estaba convencido que Dios ama a todos sus hijos, pero no puede tolerar la injusticia que se hace sobre los pobres y pequeños, por eso a ellos les anima y promete que el Reino será de ellos y que en el Reino se acabará todo sufrimiento e injusticia. Leamos detenidamente las Bienaventuranzas.

       Con este convencimiento Jesús se presenta en Jerusalén y acepta que algunas  de las personas que caminan hacia la Ciudad, le saluden como Mesías-Rey, por su parte entra en un asno y manifiesta su realeza desde la sencillez (al estilo de lo profetizado por Isaías), esto hace que Pilatos que también ha entrado a la fiesta pero en un brioso caballo, empiece a sentirse incomodo y a sospechar sobre las pretensiones del Nazareno. Jesús no aspira a ser poderoso y grande, al estilo de los poderosos de la sociedad, porque estos explotan, marginan y desprecian a los pobres, enfermos, tullidos, etc., a todos aquellos a los que Jesús quiere, como Dios, devolver su honor y dignidad.

       Al entrar en el Templo se encuentra con multitud de vendedores de animales para el sacrificio y, a la vez, multitud de banqueros que cambian el dinero de Roma, el del imperio por el del templo, con el único que se podían comprar la ofrendas para el sacrificio. Es en este momento cuando Jesús vuelca alguna mesa de los cambistas y abre jaulas de las aves y animales y expresa verbalmente su intención: “Habéis convertido la casa de mi Padre en cueva de ladrones”.  Una cueva es donde se esconden los expoliadores y criminales que hacen sus fechorías fuera. La dura acción de Jesús, manifiesta que Dios no bendice ese sistema económico, político y religioso que gobierna la ciudad y también el Templo. Desde él, no se defiende, ni acoge a los pobres y enfermos, mientras se acoge y  protege a los que explotan, marginan y desprecian al hermano. La acción de Jesús es más simbólica que efectiva, con ella expresa que el Dios de los pobres, no está, ni estará jamás en ese templo y afirma que con la llegada del Reino, ese templo será innecesario.

       Entre su programa, la manera de entrar a la Ciudad y la acción radical en el Templo, Jesús ha firmado su sentencia de muerte..

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