miércoles, 31 de diciembre de 2008

33 años de ordenación.


El domingo 4 de enero de 1976, a las 7 de la tarde y en la parroquia de la Mare de Déu de Montserrat (Guinardó), recibí el orden del ministerio sacerdotal al servicio de la Iglesia que camina en Barcelona. Lo recibí de manos del Cardenal Narcís Jubany, siendo vicario de la parroquia Mn. Lluís Martínez Sistach, actual Cardenal de Barcelona.
Este simple hecho me hace pensar que las cosas han cambiado mucho, que el tiempo no pasa en balde y es que el próximo 4 de enero, domingo también, se cumplen 33 años de ese acontecimiento. En este tiempo, muchas de las personas que me acompañaron han pasado a la casa del Padre, empezando por el Cardenal Jubany, Mn. Tobella, rector de la parroquia del Sagrat Cor de Barcelona, mi parroquia de origen; mi padre, mi hermana, todos mis tíos, muchos miembros de las comunidades en las que he prestado mi servicio. En aquel momento sólo tenía un sobrino, Javier, que bauticé siendo diácono, hoy está a la espera de su hijo Pau; después vinieron Rebeca y Cristina. Todos ellos, gracias a Dios, son buena gente y se quieren como hermanos. Nuestra familia es pequeña, pero unida.
Siempre he manifestado mi alegría y mi acción de gracias por haber sido llamado a este ministerio dentro de la Iglesia. Es un “privilegio” que me gustaría que muchos pudieran saborear pero soy consciente que los creyentes y las comunidades están distraídas en otros intereses y no captan la llamada, o la concreción del ministerio no es atractivo para casi nadie. La alta jerarquía de la Iglesia no ha hecho nada para encontrar nuevos caminos. No es posible que el Señor no llame, sí es posible que por cuestiones históricas, sin demasiada crítica, teológicas, opinables, y de derecho, más opinables todavía, se esté imposibilitando que nuevas generaciones se comprometan en el ministerio. A veces pienso que nos cuesta aceptar en todo su significado el “Dios se hizo ser humano”. Lamento profundamente que muchos compañeros que lo han dejado por cuestiones del celibato, pero que se manifiestan como creyentes y participan en las eucaristías no puedan ejercer su ministerio, ¿no dicen que el don del ministerio “imprime carácter” y es para siempre? ¿Por qué se margina? Me gustaría encontrar caminos para que ellos que todavía tienen vocación pero que la concretan de otra manera, pudieran ejercer su vocación en la Iglesia. Algún día pasaremos de la unidimensionalidad a la pluralidad. ¡Me gustaría poderlo celebrar!
Otra cuestión que me ha preocupado y preocupa es la igualdad hombre mujer en la Iglesia, no acabo de entender cómo se puede remarcar tanto la diferencia hasta conseguir hacer uno superior a la otra. ¿No somos todos hijos de Dios? ¿Acaso Cristo, muerto y resucitado, no acabó con las diferencias de todo tipo, también la sexual? Creo en el Espíritu Santo y confieso que está en actividad constante y estoy seguro que está abriendo caminos, me gustaría poder ayudarle.
En estos momentos, también, me preocupa, la falta de conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo, por la mayoría de los miembros de nuestras comunidades: entiendo por conocer el sintonizar, el aceptar sus mandatos, el vivir como el sugiere,... Es un dato relevante la conclusión de la encuesta de hace dos años que realizó la Comisión bíblica para ver cómo se trabajaba y consideraba socialmente a la Biblia en los diversos países y comunidades católicas: España, quedó la última, los católicos españoles somos los que menos considerábamos la Palabra de Dios y, uno se preguntan: si no conocen, si no consideran, si no necesitan la Palabra de Dios ¿cómo se pueden considerar cristianos? Si van a la suya, si los cultos y celebraciones son caprichosas, ¿cómo estar en comunión con Jesucristo? Esta situación me preocupa por mi responsabilidad dentro de la comunidad. Es verdad que hemos hecho, a lo largo de estos años, muchas llamadas a la formación bíblica, a la lectura bíblica, a la meditación desde la Biblia, al Estudio de Evangelio; no sólo en las parroquias donde he servido, sino, también, entre las diversas cofradías y hermandades, la respuesta ha sido casi nula. Esto me hace pensar que el camino de mi vida ha de ir orientado a ayudar a las personas a que fundamenten su fe y la dinámica de su vida como creyentes, su misión, en la lectura, meditación y contemplación de Nuestro Señor Jesucristo en la Palabra hecha letra impresa y que la Comunidad, la Parroquia, se convierta en la Casa de la Palabra. Quiero dedicar todas mis energías a esta misión y resto abierto a todas aquellas otras llamadas y necesidades que el Señor me haga para mejorar la dignidad y vivencia fraternal de las personas.
Muchas gracias a todos y todas que me ayudáis en el ministerio y os ruego que continuéis rezando por mí, yo lo hago por vosotros.

Cornellà de Llobregat, 4 de enero de 2009.
Gregori Manso.
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