sábado, 8 de febrero de 2014



La Palabra da fruto.
             
Estos días estudiando el Ev. según san Marcos nos hemos encontrado con la parábola del Sembrador (Mc. 4, 1-9) y la explicación que Jesús hace a sus discípulos (Mc 4, 13-20). Os recomiendo a todos la lectura y meditación porque la necesitamos entender y, después, actuar, en estos momentos que surge un clamor de necesidad de evangelización. Jesús nos da pistas:

1.- Jesús es el sembrador y la semilla sembrada es la Palabra. Palabra que es comunión con Dios, palabra que nos descubre como hijos, palabra que acogida nos descubre la misericordia y la bondad de Dios; Palabra que nos hace Palabra, esta es su meta.

2.- Esta palabra es sembrada a manos llenas, para que llegue a todos, Jesús, en nombre del Padre, siembra para que llegue a todas la vidas en cada momento de la historia. Llega a los caminos, tierra dura e impenetrable, a los terrenos rocosos donde es difícil echar raíces, entre los zarzales y abrojos que la ahogarán y en tierra buena donde da fruto.

3.- Los caminos, fueron el pueblo judío, sus autoridades religiosas que, no sólo no acogen, sino que matan a quien es la Palabra. Son todos aquellos corazones que no quieren saber nada porque ya la odian, en ellos no puede crecer porque se la quitan de encima. Hoy también se da, pero conociendo a Jesús no hemos de perder la calma, ni el optimismo, algún día caerán del caballo. La que cae en terreno pedregoso, es palabra acogida con alegría, pero que no se la deja echar raíces, enseguida se seca. Es la vida de los inconstantes, pienso en los niños de la catequesis, la gran mayoría la viven con alegría, al final de curso dicen que continuarán, pero llega septiembre y sus padres la dejan secar, los avatares de la vida, les lleva a otras cosas “más importantes”. Los que crecen entre abrojos o zarzas, son aquellos que han acogido la palabra pero otros intereses mayores la asfixian: el dinero, la riqueza, el poder, el placer, son esas espinas que se clavan y la matan. Los que la acogen y cuidan, son las personas que permanecen, que oran, que trabajan el evangelio, que se reúnen en comunidad para celebrar y dar gracias, que lo que descubren en el evangelio se lo creen y lo ponen en práctica. Son aquellos que la Palabra es lo primero y todo lo otro queda iluminado por ella. Estos dan fruto y el fruto es ser Palabra para otros, para muchos y quienes la oyen y la aceptan, también se convierten en Palabra y así se va produciendo una gran multiplicación. Empezamos con Jesús hace 2000 años, hoy somos casi 2000 millones pero muchos hemos secuestrado la Palabra, no la comunicamos, ni vivimos de ella, estamos en todas esas fases que Jesús nos ha explicado. La evangelización nos pide conversión, cambiar para ser buena tierra de acogida que siempre dará fruto, es decir la Palabra. Mejor, dará a Jesucristo presente  porque esos pueden confesar con Pablo: “Ya no soy yo quien vive en mí, sino Cristo Jesús” (Gál. 2,20). ¡Ánimo!


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