FIESTA DE LA
SANTÍSIMA TRINIDAD
Hemos
acabado todo el ciclo de la revelación de Dios, ahora es el tiempo de los
seguidores de Jesús, el tiempo del nuevo Pueblo de Dios, el tiempo de la
Iglesia. Esta Iglesia de hoy, de ayer y de mañana tiene una referencia clara la
Comunión en el Amor de Dios que busca siempre nuestro bien.
Somos
fruto de esa Comunión de Amor de nuestro Dios que para nuestro bien se ha
manifestado, o nosotros lo hemos “visto”, como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Si
conocemos un poco la Biblia descubriremos que el Padre, el Hijo y el Espíritu
están trajinando desde el inicio del mundo para nuestro bien:
En
el inicio del mundo, en la Creación, no se distinguen las tres personas pero si
nos introducimos un poco y contemplamos, nos damos cuenta que el Creador es
ayudado por el Hijo, leamos el prólogo de San Juan y que el Espíritu es quien
nos hace vivir, veamos la efusión del Espíritu de Dios sobre las “narices” del
hombre que convierte el barro en un ser vivo.
Con
el tiempo esas tres personas se han ido concretando, durante el Antiguo
Testamento, en los libros de origen griego, se habla de Sabiduría, y se dice
que está junto a Dios, que ilumina la vida de los hombres, que anima y los hace
dignos de ser testigos. Esa Sabiduría, llamada así por los griegos del Antiguo
testamento, es el Espíritu Santo.
El
tiempo, también, fue distanciando al hombre de Dios, los intereses egoístas hicieron
que el hombre se entregara en alma y cuerpo a los ídolos: tener, poder,
competir,.. , y se olvidó al Dios vivo. Aquella canción que triunfó hace unos
años “antes muerta que sencilla” es el canto a la idolatría. El abandono de
Dios supone encerrarse en las propias fuerzas y desesperaciones, crea conflicto
personal y con los otros.
En
un determinado momento de la Historia, Dios Hijo decide clarificar y ayudar a
quien lo necesita y está perdido, se hace Hombre y con su manera de vivir nos
muestra como es, de verdad, una persona humana: humildad, sencillez, pobreza,
manos y cabeza limpia para poder orar, dialogar con el Padre, servir a los
hermanos/as. Potenció lo más noble del ser humano y nos enseñó la dignidad y
las posibilidades de amor de nuestras vidas unidas, como hijos, al Padre. Creó un grupo de continuadores, savia
nueva en un mundo viejo. Mundo dislocado, descentrado por el pecado fruto del
egocentrismo y la marginación de Dios. Este mundo lo expulsó, clavándole en la
Cruz. No se rebeló, al contrario amó y entregó su Espíritu, aquel que el Padre
le entregó el día del bautismo y que animó y guió toda su vida para potenciar
la comunión de amor con el Padre y los hermanos. Resucitado, trajo paz a la
vida de los discípulos y de todos; una paz que se centra en la unificación de
la vida de la persona: ya no necesitamos a Dios y a los ídolos. Por lo visto,
por lo experimentado, por el testimonio recibido con Dios tenemos suficiente.
No encontraremos a nadie que nos quiera tanto y nos haga tan libres. La
sociedad, siempre engañosa, nos enreda por eso Dios se hace presente en
nuestras vidas en el Espíritu Santo que nos ayuda a entender y valorar todo su
amor hacia nosotros. Todo Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) a nuestro favor.
¡Seamos agradecidos!
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