El año de la
fe: La fe necesita revelación.
Aunque parezca que no las personas tenemos mucha fe humana,
veamos: yo me tomo unas pastillas recetadas por un médico, porque me fío de ese
médico y que estas pastillas me aliviaran o curarán. Esto es un acto de fe
humana: vemos, tocamos, comprobamos sus efectos y confiamos en alguien que sabe
más que nosotros. Podemos decir que en nuestra sociedad “muchos, diariamente,
confiamos en el saber de pocos. La existencia de cada día manifiesta la
confianza en otros.
La fe religiosa es diferente porque normalmente no vemos al
“medico de nuestra vida”, nos cuesta aceptar su receta y al no aceptarla no
mejoramos. Los santos, en general, nos dicen: “Un discípulo de Cristo es aquel
que da toda su confianza al enviado del Padre”, porque igual que en la fe
humana, en la religiosa nos hemos de ver con un testigo, por eso hemos de
valorar a los santos, que en síntesis nos dicen: “El Maestro lo ha dicho, eso
me basta”.
Es de aceptación común en nuestra
Iglesia que el único Testigo del Padre es Jesucristo, porque es el único que ha
bajado del cielo y nos revela, sin traición e intereses escondidos todo lo que
del Padre ha aprendido y a todos los que crean en Él les hace partícipes del
conocimiento que tiene El del Padre. Ver Jn 14.
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