XXIX Domingo del Tiempo Ordinario
PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DE JEREMÍAS 31, 7-9PRIMERA LECTURA
Así dice el Señor:
-- Gritad de alegría por Jacob,
regocijaos por el mejor de los pueblos, proclamad, alabad y decid: el Señor ha
salvado a su pueblo, al resto de Israel. Mirad que yo os traeré del país del
Norte, os congregaré de los confines de la tierra. Entre ellos hay ciegos y
cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna. Se marcharon llorando,
los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino
llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel. Efraín será mi
primogénito.
SALMO RESPONSORIAL
SALMO 125
EL SEÑOR HA ESTADO GRANDE CON NOSOTROS,
Y ESTAMOS ALEGRES.
Cuando el Señor cambió la suerte de
Sión,
nos parecía soñar:La boca se llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
“El Señor ha estado grande con ellos”.
El Señor ha estado grande con nosotros,
Y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Nagueb.Los que sembraban con lágrimas,
cosechan entre cantares.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla.Al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.
SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA CARTA A LOS HEBREOS 5, 1-6
Hermanos:
Todo Sumo Sacerdote, escogido entre los
hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para
ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los
ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa
de ellas tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los
del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el
caso de Aarón.
Tampoco Cristo se confirió a si mismo la
dignidad de Sumo Sacerdote: sino Aquel que le dijo:
-- Tú eres mi hijo, yo te he engendrado
hoy.
O como dice otro pasaje de la escritura:
-- Tú eres Sacerdote eterno, según el
rito de Melquisedec.
ALELUYA 2 Tim 1, 10b
Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la
muerte, y sacó a la luz la vida, por medio del Evangelio.
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 10, 46-52
En aquel tiempo, al salir Jesús de
Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de
Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era
Jesús Nazareno, empezó a gritar:
--Hijo de David, ten compasión de mí.
Muchos le regañaban para que se callara.
Pero él gritaba más:
--Hijo de David, ten compasión de mí.
Jesús se detuvo y dijo:
-- Llamadlo.
Llamaron al ciego diciéndole:
-- Ánimo, levántate, que te llama.
Soltó el manto, dio un salto y se acercó
a Jesús. Jesús le dijo:
-- ¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego le contestó:
-- Maestro que pueda ver.
Jesús le dijo:
-- Anda, tu fe te ha curado.
Y al momento recobró la vista y lo
seguía por el camino.
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