lunes, 4 de mayo de 2009

El resucitado

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Tú, Cristo, el Resucitado,
escuchamos tu apacible voz en el Evangelio.
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Tú nos dices: ¿Por qué os preocupáis?
Una sola cosa es necesaria:
un corazón a la escucha de mi Palabra y del Espíritu Santo.
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Jesús, nuestra alegría,
a tu lado encontramos el perdón,
el frescor de las fuentes.
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Sedientos de las realidades de Dios,
reconocemos tu presencia de Resucitado.
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E, igual que el almendro comienza a florecer
con la luz de la primavera,
tú haces florecer hasta los desiertos del alma.
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(Taizé)
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