domingo, 31 de mayo de 2009

Ateismo del corazón

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Quizás no son muchos los que, entre nosotros, niegan a Dios teóricamente hasta las últimas consecuencias. Sin duda, son muchos más los que prescinden de Dios, son ateos prácticos y viven como si en el fondo Dios no les afectara para nada. Este «ateísmo del corazón» está más extendido de lo que sospechamos. Hombres y mujeres que quizás alguna vez pronuncian fórmulas rutinarias, pero que no abren nunca su corazón a Dios. Personas que ya no «escuchan» a nadie en su interior.

Cuántos que se dicen cristianos, se defienden ante Dios con oraciones recitadas de memoria, pero se avergonzarían de hablar con él espontáneamente y de corazón. Por otra parte, ¿quién encuentra hoy un «rincón» para el silencio, la meditación, el recogimiento y la paz interior? ¿Quién tiene tiempo para orar en medio de las prisas, la agitación, el nerviosismo o ei perpetuo cansancio?

La lucha por la vida, la competencia despiadada, la presión continua, está llevando a muchos a la asfixia y el ahogo espiritual. Esta sociedad donde el infarto ha llegado a ser el símbolo de todo un modo de vivir, corre el riesgo de ir perdiendo su alma y su vida interior. Y, sin embargo, el Espíritu de Dios no está ausente de esta sociedad, aunque lo reprimamos, lo encubramos o no le prestemos atención alguna. El sigue trabaja~do silencibsamente a los hombres en lo más profundo de ese corazón demasiado «ateo».

Aquel gran teólogo y mejor creyente que fue K. Rahner nos ofrece algunas pistas para reconocer su presencia misteriosa pero real. «Cuando el vivir diario, amargo, decepcionante y aniquilador se vive con perseverancia hasta el final, con una fuerza cuyo origen no podemos abarcar ni dominar.

Cuando uno corre el riesgo de orar en medio de las tinieblas silenciosas sabiendo que siempre somos escuchados, aunque no percibimos una respuesta que se pueda razonar o disputar. ..

Cuando uno acepta y lleva libremente una responsabilidad sin tener claras perspectivas de éxito y de utilidad ...

Cuando se experimenta la desesperación y misteriosamente se siente uno consolado sin consuelo fácil...

Cuando se da una esperanza total que prevalece sobre las demás esperanzas particulares y abarca con su suavidad y silenciosa promesa todos los crecimientos y todas las caídas ...

Entonces el Espíritu de Dios está trabajando. Allí está Dios. Allí es Pentecostés» .
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