sábado, 25 de abril de 2009

La Pascua ens mou a canviar la manera de viure!

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La lectura continua de estos días de la Celebración de la Pascua ponen en evidencia: por un lado el porqué de la muerte de Jesús y por otro la novedad de su resurrección.
No tienen pelos en la lengua aquellos discípulos para manifestar que Jesús fue asesinado (“vosotros lo condenasteis a muerte y lo matasteis”) y San Juan en su evangelio, nos da las razones “El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos, porque da testimonio de lo que ha visto y vivido junto al Padre”. Y es en la vida y muerte de Jesús de Nazaret donde se vive con intensidad esos dos “mundos”, uno centrado en el egoísmo que no tiene entrañas de comprensión, ni misericordia y que sólo tiene en cuenta la propia ideología, el propio interés y otro que se resume en aquella frase del evangelio “dio su vida por nosotros” que resumen toda la acción y vida del Enviado el Padre, Jesús de Nazaret que “pasó por el mundo haciendo el bien” y que nadie fue capaz de dar explicaciones “por la obra que era condenado”; sólo le condenaron por la interpretación sesgada de unas palabras que no quisieron escuchar, pero que al oírlas ya prepararon la condena “este se ha hecho Hijo de Dios”; no aceptaron que Dios puede tener iniciativa y puede enviar a su Hijo al mundo precisamente “para liberar al mundo” de la esclavitud de la mentira en que el egoísmo le ha ido cerrando. Jesús, por el contrario, manifestó que nada de lo que decía era cosecha propia, sino lo que había escuchado del Padre y que él daba cumplimiento. Jesús vaciado al servicio del Padre, topa con el hombre encerrado en sí mismo. La consecuencia es el juicio y la muerte injusta.
Los discípulos al descubrir a Jesús vivo, salen de los momentos de turbación y aturdimiento y plantan cara a esa manera de proceder y se ponen del todo al servicio de lo que Jesús había hecho y enseñado. Y ante este acontecimiento su vida cambia, empiezan a organizar su vida al calor de todo lo que Jesús les dijo, valoraron más las personas que las cosas y organizaron toda su vida en comunión con Jesús resucitado a quien siempre consideraron presente junto a ellos “cuando dos o tres estéis reunidos en mi nombre, yo estaré en medio de vosotros”; vivieron esa presencia solidaria de Jesús que les ayudó a ser hermanos e hijos del mismo Padre a quien escucharon y a cuyo servicio se pusieron valorando más su acción de amor al mundo que la propia vida, en pocos años empezó el martirio de muchos de ellos. Llenos de confianza y esperanza en el Señor Jesús prefirieron vivir junto a Él que enredarse en los intereses del mundo. Su manera de ser y actuar no sólo hemos de admirar, sino de imitar.
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