sábado, 18 de enero de 2014



 
CALENDARI D’ACTIVITATS
 
1.     Empezamos la semana de oración por la unidad de las Iglesias cristianas.
 Como cada año, por estas fechas y fruto del trabajo ecuménico, la oración de las diversas Iglesias cristianas, (especialmente católicos, ortodoxos y las diversas ramas de las iglesias reformadas), está orientada a que el Señor nos conceda la unidad, expresión necesaria para manifestar la credibilidad de nuestra fe y desterrar la idea que los intereses humanos dominan la voluntad de Jesús “que todos sean uno”, como Él pedía al Padre.
     La eucaristía del miércoles, así como las oraciones de los fieles de estos días irán con esta intención. Interesémonos por la unidad, demos muestras de que la trabajamos: acogiendo, dialogando con los hermanos cristianos asociados a otras iglesias.
     La unidad no se conseguirá si pensamos que ortodoxos y protestantes se han de convertir y volver a los católicos, sino por el camino que tanto unos como otros, también los católicos, nos hemos de convertir al Señor. Juntos hemos de hacer caso, a la proclamación que hace Jesús en el inicio del evangelio de Marcos: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva” (Mc 1, 15).
     Aunque es un paso positivo, tanto las conferencias como las oraciones que anualmente se realizan sobre estos temas; pero no podemos dejar el ecumenismo sólo en manos de intelectuales, sino que los creyentes de a pie nos hemos de implicar. Dando por supuesto que no queremos dejar el ecumenismo en manos académicas y expertos, sino que nos hemos de preguntar ¿qué podemos hacer los creyentes de a pie?
a)   Lo primero que hemos de reformar es el mismo concepto de Iglesia, la Iglesia no es como piensan mucho la jerarquía, la Iglesia la formamos todos los bautizados y entre los bautizados, destacan para la misión de animación y sobre todo de fidelidad a Jesucristo, unas personas consagradas. Los creyentes católicos hemos de formar parte activa y responsable de nuestra Iglesia, y trabajar, a nuestro nivel  la unidad, es un derecho y deber.
b)   Hemos de colocar el nombre de Dios en todo diálogo y en toda acción, Éll debe ocupar el centro y no los dogmas,  las prácticas y la organización. Será el gran signo de la conversión, porque el pecado, del que no nos gusta hablar, es esencialmente la separación de Dios; el hombre con criterios propios, no tiene necesidad de la comunión con el Padre. Cuando esto pasa, el egocentrismo, el egoísmo pasa a primer término y Dios es utilizado para certificar o avalar lo que el hombre ha decidido.  A esto muchas veces se “llama conseguir la libertad”, cuando, de hecho, es caer en la esclavitud. Sabemos que por el bautismo fuimos revestidos de Cristo y que “ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer: porque todos somos uno en Cristo Jesús” (Gal. 3,27). Es en el bautismo donde conseguimos, porque se nos da, la libertad. Podemos decir que la gloria de nuestra libertad, no reside en que podamos hacer lo que queramos, sino que todo lo que hagamos se ha de convertir en canto de acción de gracias a Dios.
c)    Es este estilo de libertad que nuestro mundo agnóstico tendría que poder respirar entre nosotros, tanto católicos, ortodoxos y protestantes: la presencia de Cristo en un mundo que, aunque no nos lo parezca del todo es “un valle de lágrimas”, porque los fuertes y prestigiosos van a la suya, sin ninguna consideración de todos los que quedan al margen: un mundo que necesita el perdón y la acción de Dios. Y, tal y como se mueve el ecumenismo, quizá hemos errado la preocupación, no nos ha de preocupar tanto “¿qué haremos para salvar la Iglesia en nuestro mundo actual?” sino que la pregunta que nos hemos de hacer es ¿qué haremos para que nuestro mundo encuentre en Cristo la verdadera libertad?”
 
 

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