sábado, 14 de diciembre de 2013


TENED PACIENCIA 

            Nuestro pueblo, es un pueblo de paciencia, porque es un pueblo llamado a ser servidor de los planes de Dios. No somos los que dictamos, ni decidimos, formamos parte de los que escuchan y trabajan.  Dios es el autor del proyecto y, en este momento histórico, cuenta con nosotros para su realización. A Él hemos de escuchar y entender y con Él hemos de trabajar. Estamos en Adviento, tiempo de espera, una espera que llegará a su término cuando el Señor venga a recoger una humanidad reconciliada fruto del trabajo común de Él y de todos los que aquí y allá, ahora, antes y después hemos colaborado. La reconciliación universal es obra de todos.

         El peligro reside en convertirnos en protagonistas y querer acabar la obra con nuestras propias fuerzas, estrategias y cálculos. Grave error, no sólo no acabaremos sino que retrocederemos. Nuestra historia está llena de avances y retrocesos porque nuestro protagonismo nos hace olvidar de quién es el proyecto y quienes somos nosotros.

         Desde la fe verdadera todo nos habla de paraíso, de reconciliación, de final de penas y sufrimiento (ver primera lectura de este domingo), y ¿quién trae todo eso que las personas de cada generación desean? Isaías está convencido que es el Señor. Nuestro Dios es un implicado en la sanación de todos (ver el Salmo 145), descubrimos cómo está atento al que sufre y cómo le libera de todo aquello que le hace sufrir, pero no avanza más porque hay intereses negativos fruto del ansia del dinero, contemplemos cómo los descubrimientos contra determinadas enfermedades no avanzan o como las medicinas no llegan a los pobres porque las farmacéuticas utilizan su producto para ganar más y más. La capacidad que Dios ha dado a los científicos, ¿al servicio de quién se ha puesto? De los pobres no, de los negocios sí. Al experimentar esto, las corrupciones, la falta de democracia, las gentes que sufren de hambre, los que no tienen vivienda, ni trabajo, ni comida, nuestros ánimos se enfurecen, ¡cuánto nos gustaría que todo se solucionara! Como nuestros dirigentes, en gran mayoría, son gentes de capital y no de la calle, no solucionan y confían que pongamos el remiendo, esto no les molesta, el cambio de sistema, sí les molesta; por eso nos dice el papa Francisco: “”Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es la raíz de los males sociales”. (Evangelii Gaudium, nº 202)
 
 

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