EL PAPA FRANCISCO Y LA
EUCARISTÍA (3).
El miércoles día 12, ante unas 30
mil personas, el papa Francisco respondió a diversas cuestiones sobre la Misa y
respondió a aquellos que no quieren ir a la Misa dominical.
“¿Cómo vivimos nosotros la Eucaristía? ¿Cómo
vivimos la Misa, cuando vamos a Misa los domingos? ¿Es sólo un momento de
fiesta? ¿Es una tradición bien establecida, que se hace? ¿Es una ocasión para
encontrarnos o para sentirnos bien o es algo más? Hay señales muy específicas
para averiguar cómo vivir esto. Cómo vivimos la Eucaristía. Señales que nos
dicen si vivimos la Eucaristía bien, o no la vivimos tan bien” El Santo Padre
dijo que, en cuanto a la Misa, es fundamental saber que allí tenemos la gracia
“de ser perdonados y perdonar. A veces alguien pregunta: ‘¿Por qué hay que ir a
la iglesia, si los
que participan regularmente en la Misa son pecadores como los demás?’. ¡Cuántas
veces hemos oído esto!”
“En realidad, quien celebra la
Eucaristía no lo hace porque cree o quiere aparentar más que los demás, sino
porque se reconoce siempre con la necesidad de ser aceptado y regenerado por la
misericordia de Dios, hecha carne en Jesucristo. ¡Si cada uno de nosotros no se
siente con la necesidad de la misericordia de Dios, no se siente un pecador, es
mejor que no vaya a Misa!”
“¿Por qué vamos a Misa?”,
cuestionó el Papa y respondió: “porque somos pecadores y queremos recibir el
perdón de Jesús, participar en su redención, en su perdón. ¡Ese ‘confieso’, que
decimos al principio no es algo ‘formal’, es un verdadero acto de penitencia!
¡Yo soy pecador y confieso! Así da inicio la Misa”.
“No debemos olvidar nunca que
la Última Cena de Jesús tuvo lugar ‘la noche en que fue traicionado’. En el pan
y el vino que ofrecemos y en torno al cual nos reunimos se renueva cada vez el
don del Cuerpo y la Sangre de Cristo para la remisión de nuestros pecados.
Debemos ir a Misa humildemente, como pecadores y el Señor nos reconciliará”.
Otro indicador de la vivencia
de la Misa adecuadamente, dijo el Pon-tífice, es la capacidad de descubrir a
los otros como hermanos a partir del amor a Jesús, para poder compartir su
Pasión y su Resurrección, especialmente con los más necesitados como aquellos
que han sido afectados por la lluvia en los días recientes en los alrededores
de Roma.
“Me pregunto, todos
preguntémonos: yo, que voy a misa, ¿cómo vivo esto? ¿Me preocupo de ayudar, de
acercarme, de rezar por ellos, que tienen este problema? ¿O soy un poco
indiferente? O tal vez me pre-ocupo de chismorrear: ‘¿viste cómo iba vestida
aquella, como iba vestido aquél?’.. A veces se hace esto después de la Misa, ¿o
no? ¡Se hace! ¡Y esto no se debe hacer! Debemos preocuparnos por nuestros
hermanos y hermanas que tienen una necesidad, una enfermedad, un problema”.
Un “último y valioso indicador”
sobre la vivencia de la Misa es la relación entre la Eucaristía y las
comunidades cristianas: “debemos tener siempre presente que la Eucaristía no es
algo que hacemos nosotros; no es una conmemoración nuestra de lo que Jesús dijo
e hizo. No ¡Es propiamente una acción de Cristo! ¡Es Cristo quien los realiza,
que está en el altar! Y Cristo es el Señor. Es un don de Cristo, que se hace
presente y nos reúne en torno a Él, para alimentarnos con su Palabra y con su vida”.“Esto significa que la misión y la
misma identidad de la Iglesia fluyen a partir de ahí, de la Eucaristía, y allí
siempre toman forma. Una celebración puede llegar a ser impecable en términos
de apariencia, hermosísima, pero si no nos lleva al encuentro con Jesús, puede
que no comporte ningún alimento a nuestro corazón y a nuestra vida. A través de
la Eucaristía, en cambio, Cristo quiere entrar en nuestra existencia e
impregnarla de su gracia, para que en cada comunidad cristiana haya coherencia
entre liturgia y vida: esta coherencia entre liturgia y vida”.
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