PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DEL ECLESIÁSTICO 35,
15b- 17.20-22a
El Señor es un
Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha
las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda
cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor y su grito alcanza las
nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no
descansan; no ceja hasta que Dios le atiende y el juez justo le hace justicia.
SALMO RESPONSORIAL
SALMO 33su alabanza está siempre en mi boca,
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
El Señor se
enfrenta con los malhechores,
para borrar de
la tierra su memoria.Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.
El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL
SAN PABLO A TIMOTEO 4, 6-8. 16-18
Yo estoy a
punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido
bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda
la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día;
y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. La primera vez
que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. --Qué Dios los
perdone--. Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el
mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del
león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su
reino del cielo. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
ALELUYA 2 Cor 5,19
Dios estaba en
Cristo reconciliando al mundo consigo, y a nosotros nos ha confiado la palabra
de la reconciliación.
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN
LUCAS 18, 9-14
En aquel
tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que, teniéndose por justos, se
sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás:
-- Dos hombres
subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo,
erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no
soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno
dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano,
en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo
se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este
pecador." Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque
todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario