Para conocer mejor a Jesucristo
Empecemos
con la Invocación del Espíritu Santo.
1.- ¿Dónde está Jesús?
2.- ¿Qué pasa en esa escena? ¿Qué
ve? ¿Qué le plantean?
3.- ¿Qué personas aparecen? ¿cómo
son? ¿qué les preocupa?
4.- ¿Cómo actúa Jesús? ¿qué hace?
¿qué dice?
5.- ¿Qué novedad aporta? ¿cómo quiere cambiar el corazón de las gentes?
Nuestro ahora:
6.- ¿Se parece en algo a la
situación que se vivía entonces?
7.- ¿Nuestro actuar está de acuerdo
con lo que Jesús desea?
8.- ¿Qué llamadas descubrimos?
Acción de gracias:
9.- ¿Cómo nos sentimos confortados?
10.- ¿Qué ayuda necesitamos?: Oración
y comunidad.
Todo parece muy complicado, pero no lo es. Es cuestión de práctica y si la iniciamos estaremos muy contentos de haberlo hecho.
La misa de los miércoles, que se presta, es un buen momento para compartir lo trabajado, así lo haremos. No será un examen, ni todos hemos de intervenir, cada uno que trabaje, nos fiamos los demás y el Espíritu ya le hará hablar.
Mensaje del domingo: ¡NO
ME SIGÁIS DE CUALQUIER MANERA!
Jesús
va camino de Jerusalén. El evangelista nos dice que le “acompañaba mucha
gente”. Sin embargo, parece que Jesús no se hace ilusiones. No se deja
engañar por entusiasmos fáciles de las gentes. A algunos les preocupa hoy cómo
va descendiendo el número de los cristianos. A Jesús le interesaba más la
calidad de sus seguidores que su número.
De
pronto “se vuelve” y comienza a hablar a aquella muchedumbre de las
exigencias concretas que encierra el acompañarlo de manera lúcida y
responsable. No quiere que la gente lo siga de cualquier manera. Ser discípulo
de Jesús es una decisión que ha de marcar la vida entera de la persona.
Jesús
les habla, en primer lugar de la familia. Aquellas gentes tienen su propia
familia: padres y madres, mujer e hijos, hermanos y hermanas. Son sus seres más
queridos y entrañables. Pero, si no dejan a un lado los intereses familiares
para colaborar con él en promover una familia humana, no basada en lazos de
sangre sino construida desde la justicia y la solidaridad fraterna, no podrán
ser sus discípulos.
Jesús
no está pensando en deshacer los hogares eliminando el cariño y la convivencia
familiar. Pero, si alguien pone por encima de todo el honor de su familia, el
patrimonio, la herencia o el bienestar familiar, no podrá ser su discípulo ni
trabajar con él en el proyecto de un mundo más humano.
Más
aún. Si alguien solo piensa en sí mismo y en sus cosas, si vive solo para
disfrutar de su bienestar, si se preocupa únicamente de sus intereses, que no
se engañe, no puede ser discípulo de Jesús. Le falta libertad interior,
coherencia y responsabilidad para tomarlo en serio.
Jesús
sigue hablando con crudeza: “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede
ser mi discípulo”. Si uno vive evitando problemas y conflictos, si no sabe
asumir riesgos y penalidades, si no está dispuesto a soportar sufrimientos por
el reino de Dios y su justicia, no puede ser discípulo de Jesús.
No
se puede ser cristiano de cualquier manera. No hemos de confundir la vida
cristiana con formas de vivir que desfiguran y vacían de de contenido el
seguimiento humilde, pero responsable a Jesús.
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