LOS SERES HUMANOS ESTAMOS VACIOS
En
la secuencia al Espíritu Santo suplicamos “Mira el vacío del hombre si tú le
faltas por dentro”. Nuestra sociedad ha optado por no reconocer a Dios y, como
consecuencia, hace tiempo que decidió vivir sin Él porque, se decía, que él (el
hombre) era capaz de producir todo aquello que precisaba para satisfacer sus necesidades vitales. Muchos hombres y
mujeres (especialmente los dirigentes políticos, económicos y sociales)
decidieron olvidarse que un ser humano es principalmente un ser espiritual y que lo es porque “ha sido hecho a
imagen y semejanza de Dios”. Si Dios no existiera ninguno de nosotros viviría;
sin Él nada somos. ¿Porqué echarle?
Es un grave error anular la dimensión
espiritual del ser humano, porque sólo potenciando esta dimensión llegaremos a
la plenitud de nuestra dignidad. Sin ella, el ser humano pierde sus derechos
básicos: igualdad, fraternidad, respecto, aceptación, para quedarse en el rango
animal, aunque sea el primero de todos: explotado económicamente, manipulado
para conseguir fines que le destruyen, utilizado para el negocio, carne de
cañón para las guerras, consumidor de mil y un productos innecesarios y, muchas
veces, perjudiciales.
En este mundo
vivimos, la sociedad nos paraliza; por este camino son formados nuestros
hijos/as: pocos se bautizan, menos hacen la comunión y menos contraen
matrimonio; es verdad que lo importante no son las estadísticas; lo importante
es ser servidores de todo el ser humano y, por ahora, para la mayoría de padres
su servicio consiste en darlos cosas, en que compitan, prepararles para que
sean los mejores en todo; pero no
dialogar, ni rezar juntos, ni los ayudan a sentirse miembros del Pueblo de
Dios. Estoy hablando de los bautizados. Una sociedad así no ha vencido la primera
tentación, vive en ella y se reboza en ella: “No sólo de pan vive el hombre ….”
(Mt 4,3s).
En la sociedad del consumo la mayoría de los seres humanos viven
en la superficie. Ello trae dos consecuencias:
1.- No descubren la gran maravilla del reino de Dios. “El Reino
de Dios está dentro de vosotros” (Lc 17,20s). No está fuera, no se ha de
construir en el exterior, se ha de aceptar en el interior, se ha de reconocer
la presencia constante de Dios amándome en mi vida. Y eso no es cuestión de
comida, ni de bebida, ni de placeres, ni de apariencias, sino de justicia, de
paz y de gozo en el Espíritu Santo. (Rm 14,17s)
2.- Se anda descentrado y preocupado con mil y un problemas que nunca
encuentran solución, porque no van al fondo. El problema de fondo más común
suele ser: Falta de aceptación y carencia de amor verdadero a uno mismo.
Cuando mi valor sólo me lo da la competencia con el otro, es difícil gustarme a
mí mismo. ¿Quién me apoya y defiende?
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