Reflexió:
no deleguemos, actuémos.
La parábola
del Buen pastor de este domingo, Jn 10, 11-18, no es una parábola escrita en un
ambiente bucólico, sino en un ambiente de profundo conflicto (Jesús ha curado a
un ciego de nacimiento, capítulo anterior, que los dirigentes de la sinagoga
habían expulsado) y de crítica hacía esos malos pastores.
¿Cuándo un pastor se convierte en
asalariado? Cuando no interesan tanto las personas como los intereses
personales o grupales, cuando el dinero, el prestigio, el ascenso, el quedar
bien dominan por encima de las necesidades de las personas. Es entonces cuando
un pastor religioso o un dirigente político votado en confianza se convierten
en asalariados, porque no sirven a las personas, sino a sus intereses
personales o ideológicos.
A nivel religioso sólo tenemos un pastor
que es Jesucristo, “el Buen pastor que da la vida por la ovejas” siguiendo el
mandato del Padre. Jesús sirve al amor del Padre, que tengamos vida, y lo hace
con fidelidad hasta la muerte.
Jesús, nos
conoce, aunque no le conozcamos. He aquí el significado del verbo conocer: “yo
las conozco”, “ellas conocen mi voz”. Conocer es equivalente a amar, a un amor
recíproco: las conozco, me conocen. Un amor mutuo y generoso, que no necesita
palabras para saber el deseo, la alegría o la necesidad, es una relación
profunda y personal, es un abandono incondicional en manos del otro porque no
me hará jamás una mala jugada, al contrario. Este es el actuar de Jesús, me
conoce, me quiere, me busca, trabaja para mi dignidad de hermano, se preocupa
por mí, por nosotros, por las situaciones que vivimos. ¿Por qué no puede ser
correspondido este amor? La razón principal es que no reconocemos la voz que
nos habla. No vemos en ella el cariño y las mejores intenciones para nosotros.
No nos fiamos, no le conocemos como El es.
Jesús expresa su preocupación universal
y ecuménica “tengo otras ovejas que no están en este redil”, nos dice. Y manifiesta la línea de su trabajo:
conseguir un solo rebaño y un solo Pastor. Es una llamada a superar todo tipo
de clanes por muy loables que sean, a superar barreras de clase, de intereses,
de fronteras, de naciones, de equipos de futbol para potenciar la vivencia de
hermano, de comunidad fraterna, de servicio mutuo.
A todos, Jesús, nos regala la
inmortalidad: dio su vida para que tengamos vida en abundancia y vida eterna.
Este don lo celebramos y actualizamos en cada eucaristía. Aceptar que esto es
así, tiene como respuesta la acción de los discípulos de liberarnos de
perjuicios, de intereses particulares y grupales para pasar a interesarnos por
esos mil millones de personas que murieron el 2008 de hambre, sabiendo que ese
mismo año se produjeron alimentos para alimentar diez mil millones de personas.
Cambiar un sistema económico que se fija más en el crecimiento del dinero que
en el bien de las personas. Fijémonos como está actuando nuestro gobierno
¿creéis, sinceramente, que busca el bien de las personas? ¿No existe otro
camino para la política económica? Existe otros caminos, no es el camino liberal
el que Dios bendice porque causa tantas víctimas; nosotros tenemos el camino de
la Doctrina social de la Iglesia. Los economistas han ido desarrollando varios
caminos a través de los tiempos. ¿Por qué sólo este nos interesa hoy? Y más
cuando tanto paro y desánimo está
produciendo y tanto sufrimiento.
En estas situaciones, como en las
religiosas no podemos delegar nuestra responsabilidad, hemos de actuar
siguiendo los caminos de nuestra conciencia. Una conciencia que no puede partir
del interés particular, sino del bien de toda persona, porque todo lo que hay
en la tierra es don de Dios, dado, para el bienestar de todos.
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